Después de ver el documental Mi maestro el pulpo, me quedé sobrecogida, emocionada, sensible, sonriente, plena… con todas estas sensaciones. Acababa de ver una obra de arte, con todos sus atributos. La exposición de la belleza del ser humano y de la naturaleza.
Craig Foster, un cineasta sudafricano, sufre una crisis existencial y decide regresar a sus orígenes, a lo que le hacía feliz de niño, el mar. Se sumerge en el mundo submarino y así calma su mente. Dice mi maestro Alain Vigneau que necesitamos reabastecernos de la mirada de nuestro niño interior cuando la vida de adulto nos agobie y se nos complique.
Eso hace Foster, físicamente se mete al mar helado de las costas al suroeste de Sudáfrica, al mar de la infancia, y empieza a conocer y reconocer ese mundo marino tan abundante y fascinante. Decide hacerlo sin tanques y sin traje de neopreno (la temperatura llega hasta los 8º), para sentirse parte de ese ambiente de la manera más natural posible. En sus bajadas y exploraciones en el bosque de algas, encuentra un pequeño pulpo (debe haber medido no más de 40 cms estirado) y decide filmarlo durante un año completo.
No les quiero contar la película, quiero contar lo que me sucedió a mí al verla. Ustedes vivan su propia experiencia, vale la pena.
¿En qué momento nos empezamos a separar del mundo natural? ¿En qué momento empezamos los humanos a sentirnos superiores en la Tierra, a matar a diestra y siniestra, a sentir que los otros seres vivientes eran nuestros enemigos? Hemos llegado a encerrarnos en nuestros refugios de cemento, miedosos del mundo exterior, de los bichos, del clima, creando ciudades cada vez mas alejadas de la vida natural.
Foster nos muestra esa pertenencia arcaica del ser humano a la naturaleza. Se despoja de ideas, orgullo, superioridad, y con una actitud de humildad, de observador, valiente y perseverante, se adentra en el mundo submarino. La enseñanza más grande que obtiene es que los seres humanos somos parte de ese mundo natural, que no somos visitantes, que estamos tejidos con los mismos hilos que el pulpo, que somos similares en muchos aspectos. Si queremos sobrevivir en este mundo, debemos entender cómo es la vida en todos sus aspectos, relacionarnos con todas las formas de existencia, conocer a los seres vivos que nos rodean.
Algo que llamó mi atención fue el respeto que muestra al no intervenir en la vida del pulpo ni en ninguna de los demás animales. Sólo es un paciente observador. El pulpo nos muestra su inteligencia de molusco invertebrado y cómo cumple su ciclo de vida y sus atributos adquiridos en la evolución.
Digo que mi maestro es Craig Foster porque nos regala su experiencia extraordinaria debajo del agua, su relación con el pulpo, sus humildes reflexiones de un hombre que ha sufrido, que se da cuenta, que es tenaz y no tiene miedo, de ese que nos paraliza, que no nos deja apreciar y ver que hay afuera, en la tierra, en el cielo, debajo del agua.
Así como el pulpo, hay miles de especies; miles y diversas formas de vida, que conviven con nosotros los humanos. Somos todos partes de un todo universal, y cada uno, animales, plantas, nosotros, tenemos un universo interno complicado y bellísimo.
Cada ser vivo es único y especial. Ya es tiempo que nuestra inteligencia nos haga ver que no somos superiores, aprendamos de los cazadores del Kalahari. Somos como las miles de formas de vida de la tierra. Necesitamos darnos cuenta para cuidarnos y cuidarlos.
Me siento muy agradecida con Craig Foster y con el pulpo hembra, quienes me dieron una lección impresionante de vida.
Por Pamela Walls del Pino