¿Una cebolla dijo el maestro? ¡sí, cebolla!
En este huerto es necesario conocer el fruto; su composición, la textura, la envoltura. Habemos tomates vestidos de aguacates, zanahorias con olor a plátano, lechugas con sabor a rábano. Nada es lo que parece, sin embargo, el acto empieza cuando empieza.
En ese momento al despertar, cuando sube el telón amarillo, todos toman su disfraz, su mejor máscara y salen a escena. Argumentos completos en memoria dispuestos al intercambio, miradas, gesticulación y una que otra emoción, todo es válido en el acto de la supervivencia, más aún, en la exigencia.
Dan las 8 y el café está listo, aparecen magos, marionetas, títeres, guiñoles, trapecistas, equilibristas, contorsionistas, malabaristas, motociclistas y oficinistas.
¡Las cajas de pandora chispean y el estruendo, huele a palomitas!
Comienza la función de 24 horas y entre cambios de vestuario el actor palidece, se mira al espejo mientras limpia restos de maquillaje, de piel, de historia. Bajo aquella vestidura se descubre en párpados y mejillas reblandecidos.
Sabe que en el universo su universo es breve, como breve es la escena, como breve es el infinito, como breve es el tiempo de la cebolla frente al cuchillo…
Por Isis Martz. Guadarrama