Cuando yo era niña había un comercial de televisión que decía “Recordar es volver a vivir”, era un comercial de rollos para fotografía. Cuando miro fotos de alguna etapa de mi vida, descubro siempre, con asombro, que de no ser por esas fotos, habría muchos momentos que se hubieran quedado en el olvido. Y muchos de esos momentos, son realmente importantes para mí. La invención de la fotografía y el video han sido invaluables para la historia. Poder congelar y mantener evidencia de lo que sucedió y está guardado en nuestras células y nuestro cuerpo.
En cada foto hay algo que llamamos figura, esto es, lo que está en primer plano en la foto, la imagen de una persona, de un monumento, o de un animal, etc. Es lo primero que vemos en la escena. A su vez hay mucho más en una foto, y a eso llamamos fondo, el fondo es lo que te evoca la imagen, lo que no destaca pero está, la atmósfera de cuando fue tomada. Es posible no recordar ese momento, mas cuando miro la foto, el fondo toca algo muy profundo en mí, y es lo que me hace recordar y volver a vivir ese instante. Entonces la figura ya no es lo más importante (aunque sí lo es), lo que queda es lo que me hace sentir ahora mismo.
Lo que queda puede ser lo que se ve en la atmósfera de la foto, puede ser lo que no hubo en ese momento, pero no es una persona, o cosa lo que le podría hacer falta a la foto, es lo que falta de mí en esa foto. Y ese es un material abundante que cada foto nos ofrece, pues habla de lo que siento y cómo siento o percibo el mundo, mis relaciones, mi experiencia de vivir.
Elige 20 fotos, las que “te digan algo”, que sean las fotos mismas la que se elijan y salten hacia ti. Luego, conserva sólo 10, y mira cómo te resulta hacer esa segunda selección.
Registra en tu cuerpo las sensaciones, nota qué pensamientos surgen. Y finalmente, haz una última selección y quédate sólo con 5 fotos. Nuevamente date cuenta de cómo es esa experiencia.
Acomoda esas fotos como si fueran cuadros de una película de video. No tienen que ir en orden cronológico o con una lógica específica, esa es la magia del ejercicio. Cuando cambias la composición, una nueva historia aparece ante tus ojos. Quédate con la historia que te gustaría contar. No te tomes mucho tiempo en decidir la composición final, así no darás tiempo a la mente de hacerte trampa.
Cuando tengas la composición final. Escribe tu historia.
El pasto era verde, de un verde que se metía entre las piernas, y así como la hierba, se entrelazaba en la vida de los que llegan y los que se van. Estaban ellas 2, llenas de curiosidad, y de un anhelo de que, ahí en donde ponían su mirada, estaría esa puerta.
El pasto invitó a que ella descansara sobre el gran amor de su vida, con ese bigote sensual y la mirada más penetrante que existía en la galaxia. Ahí ella, era pura vida, ella era la luz de sus ojos.
La seducción de unos ojos verdes que la envolvieron en la obscuridad de la noche, transformaron la escena, todo se sacudió, fue como entrar en un hoyo negro y pasar a otro lado de aquella galaxia. Como entrar en un canal de parto y volver a nacer. Nacer a ella, a sentir otro tipo de caricia, un calor indescriptible que sólo en una nueva piel podía arriesgarse a vivir.
Ser vista por ella, tocada por ella, cuidada por ella, y entregarse como un regalo de sí para el mundo. Todos vivían dentro de ella, y ella abría sus brazos a la inmensidad del ciclo interminable de tomar y dar, de saberse parte de todo y todo parte de ella.
El arte abstracto puede no ser el favorito de muchos, porque queremos ver las cosas ya digeridas y en un lenguaje conocido. Para cambiar y movernos de la zona de confort, necesitamos ir más allá de lo que nos permitimos en lo cotidiano. Alejarnos de los sentimientos y regresar de otra manera. Todos queremos cambiar sin cambiar. Es necesario movernos de lugar, y decidir en dónde queremos y podemos estar. Con una nueva consciencia.
“No es tan importante ver cosas nuevas, sino ver lo que hay de maneras diferentes”.
Marcel Prust.
Texto por Adriana Romero