Este mes he trabajado en mi forma de percibir el mundo, tomando consciencia de la responsabilidad que conlleva el manejo de mis pensamientos, mis emociones, mis palabras y mis acciones, así como recordando que los pensamientos, las emociones, las palabras o las acciones de terceras personas, no dependen de mí. Esta herramienta que deseo compartir con todas y todos ustedes, es a través de la palabra sanadora. Y, ¿en qué consiste?
Es muy simple, la palabra sanadora, es identificar que los pensamientos, las emociones, las palabras o las acciones de otros, no dependen de mí. Es reconocer y validar el sentir, pensar o actuar del mundo con base en sus experiencias y su historia de vida; recordar que todos y todas tenemos heridas diferentes y que desarrollamos mecanismos de defensa distintos. Por ello, quiero compartirte algo que me ha sido útil, particularmente en estos días de hipersensibilidad e introspección. Actualmente, la mayoría de nosotros o nosotras, dedicamos más tiempo a nuestro autoconocimiento, y a observar lo que sucede en nuestro ser, por ello, es normal desarrollar cierta sensibilidad ante las conductas ajenas.
El secreto, es recordar que todas y todos vivimos niveles de consciencia distintos, y por ello, muchas veces interpretamos cosas que realmente no están sucediendo. ¿Y si en vez de señalar a las demás personas, validamos su sentir, pensar y actuar?
He acá el secreto: Distanciamiento.
Al tomar distancia, vemos las cosas más objetivas y podemos incluso desarrollar mayor empatía. Por ejemplo, ¿qué pasaría si en vez de decir: «Él me grita», lo sustituimos por: «Él grita»?, ¿cómo lo escuchas?, ¿cambió algo? Probemos con otro ejemplo: «Él me abandona», puede sustituirse por «Él abandona»; «Él me miente» en realidad podría ser «Él miente»; «Ella me engaña» puede cambiarse por «Ella engaña».
Yo me di cuenta de que muchas veces nos tomamos de forma personal el accionar de las y los demás, te invito a que utilicemos la palabra sanadora a través del distanciamiento, te aseguro que esta herramienta te ayudará tanto como me ha ayudado a mí. Seguramente, aprenderás a fluir y te quitarás un peso de encima. Y, recuerda… ¡Qué todo fluya y nada influya!
Por Mónica Rodríguez Cortés