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En ese momento no tenía tanta claridad, ya sea por miedo a observar de frente a dicha historia o por un estado de inconsciencia conveniente o a manera de «olvido terapéutico» como en algún momento versó Zulema Moret (otra encantadora guía del diplomado), que perpetuaba en cada movimiento los hábitos que por casi 38 años había ensayado y que por tanta repetición se habían perfeccionado e incluso especializado; y aclaro que fueron necesarias algunas sesiones para que ese descubrimiento llegara de manera tempestuosa.
Muy rápido apareció el personaje «sabelotodo» haciendo un paralelismo entre el teatro y la core energética y sus elementos principales: la máscara, el ser inferior y el ser superior y, en ánimos de “enriquecer al grupo” me atreví a levantar por primera vez la mano. Ahí estaba yo revestido de ese personaje que se quería hacer notar, quería hacer saber que tenía los conocimientos, la experiencia y que no había llegado en blanco a ese salón. Y como muchos, no conscientes del personaje que vivimos, insistí por algunos módulos con esa misma actitud con la que había estado insistiendo en la vida misma.
No fue hasta uno de los módulos con Gianni Capitani un actor más dentro del reparto, que pude comprender de una manera dolorosa y desgarradora la historia detrás del personaje. Comprendí que una parte de mí, buscaba que la vida tuviera un tono muy intenso, me di cuenta de manera dolorosa que no me atraían cosas ordinarias y menos rutinarias. Con tristeza, observé que cada vez que conquistaba un territorio, me pasaba a otros sin miramientos. Me di cuenta de que busco siempre que la vida sea luminosa y peculiar, lo que genera cansancio y energía invertida en la apariencia. Observé detenidamente que estas estrategias me habían servido para evitar estar conmigo, desconectarme de aquello que siento, pues era peligroso poner atención en aquello que sentía. Eran útiles para no contactar con la sensación de soledad y menos ser consciente de los sentimientos de inferioridad, de humillación e inadecuación y entonces hacía sentido la frase: «todos los personajes nos traen un beneficio» y el beneficio era la <<no conexión interior>> expresado en buenismo exagerado y un afán de estar para los otros y así, evitar estar conmigo.
Mirarnos de cerca, llevar los reflectores hacia uno, nos otorga revelaciones significativas como las que experimenté acerca de mí y de la relación con el dinero, sobre la incapacidad para establecer relaciones de amistad desde la paridad o la forma de utilizar a la empresa como vía para satisfacer mis demandas egóticas y, que ocupo o más bien ocupaba mi energía vital para parecer un hombre de luz escondiendo toda mi sombra. Llegar a estas revelaciones no fue ni sencillo ni simple, pero ir a los infiernos más temibles me ha dado la oportunidad de vivir más en paz, más calmado, sin pretensiones y paradójicamente conectar con lo genuino, lo esencial.
El inicio en realidad fue el final de una vida de apariencia, de afanes y anhelos infantiles que, creyendo que una formación, una empresa, un diploma, una relación llenarían la profunda sensación de carencia, desvalorización y soledad que desde pequeño pude experimentar: concluí que había estado aprisionando luciérnagas, creyendo que no tenía luz propia…
Los descubrimientos me han permitido observar que cada uno trae una historia, esa historia tiene relatos, esos relatos repetidos constantemente se convierten en creencias anquilosadas en nuestra alma, cuerpo, mente, sexo… y la repetición constante de esos relatos convierten en nuestra personalidad y luego en nuestra realidad personal como expresa Joe Dispenza en su libro “sobrenatural”.
Poner en evidencia los relatos que me cuento o me contaba ha sido una revelación exquisita de este camino, ponerla afuera a través del arte y sus secuaces como la pintura, el movimiento, el clown, el teatro, la literatura, la música, me mostraron de manera muy gráfica las formas mecánicas de vivir y aunque sonaría un tanto ingenuo y hasta infantil pensar que un entrenamiento, diplomado o formación podrían ponerle fin como por arte de magia a los automatismos, comprendí que es en el proceso que uno se va transformando.
Sin duda, ha sido un camino de transformación que hoy ofrendo humildemente esperando que el lector use estas líneas como un pretexto para encontrarse. Cada línea forma parte de un rompecabezas que en su conjunto hacen evidente una vida de autoengaño y pretensión y que poco a poco, sesión tras sesión me iban empujando a reencontrar a la persona detrás del personaje.
Psic. Saúl Carro
Psicoterapeuta, especialista en Familia y Pareja.