En 1973 fue fundado en Sao Paulo, Brasil “El museo del inconsciente”, uno de los primeros espacios que se abrieron al público con pinturas y esculturas elaboradas por personas con padecimientos psiquiátricos, lo que permitió una serie de cuestionamientos respecto al abordaje de la salud mental y sus tratamientos a partir de la mediación artística. Relacionado a esto, en la película “Nise, el corazón de la locura” (2015) se muestra parte de la trayectoria que resultó en la apertura de este museo.
Décadas atrás, cuando los baños de agua helada, la lobotomía y los electrochoques eran el común denominador para el tratamiento de los trastornos mentales, la Dra. Psiquiatra Nise da Silveira, con una visión amorosa y humanista reestructura el pabellón de terapia ocupacional para enfermos mentales en un hospital en los suburbios de la capital brasileña. Siendo una de sus premisas básicas la observación, plantea la introducción de materiales para que los internos tengan la posibilidad de realizar producciones artísticas plásticas. Y es a través de su sensibilidad y mirada atenta que devuelve la dignidad a los pacientes, dándose cuenta de que detrás de las obras existe un lenguaje profundo que habla de anhelos, dolores, esperanzas, tristezas y sueños. Reconoce en el trabajo con el arte otra forma de comunicar, sobre todo para aquellos que como un síntoma tienen una dificultad para hacerse entender a través de las palabras, como es el caso de algunos pacientes con condiciones psiquiátricas severas.
Independientemente de la corriente teórica que sirva para comprender el significado de las obras elaboradas (que en el caso de la película muestra como referencia a Jung), resalta la importancia de la relación entre el clínico y el paciente, siendo esta empática, cálida y de respeto. Por otro lado, es clara la libertad que se le da al paciente-artista (si se me permite la expresión) para explorar y crear. De la misma manera, es evidente el proceso por el que van pasando los pacientes al adentrarse cada vez más en esta forma de expresión, lo que resulta en una mayor adaptación, bienestar y calidad de vida, además de que sus producciones se vuelven piezas a admirar por otros reconocidos artistas y críticos.
Lo que sucede en esta película, es una muestra de lo que ya a finales del siglo XIX y principios del XX en distintas partes del mundo habría de estudiarse: la producción artística como fuente sanadora. Lo anterior se convierte en una base importante en la filosofía de la arteterapia, la mediación artística, la terapia del arte y otras denominaciones.
Conmovedora y a ratos cruda, “Nise: El corazón de la locura”, es una invitación a sensibilizarse y reflexionar acerca de los estigmas y prejuicios sociales sobre los pacientes psiquiátricos institucionalizados y sus capacidades. Este filme permite hacerse preguntas respecto a la espontaneidad, creatividad y producción artística como otra manera de aproximarse a las emociones y la naturaleza íntima y profunda de los conflictos del ser humano.
Siendo curiosa me pregunto, si la locura (o concretamente, mi locura) fuera un cuadro o una escultura, ¿cómo se vería? ¿Qué colores serían más prevalentes? ¿Cómo serían sus formas? ¿Qué se sentirá mirarla en una galería?
* Continúa leyendo la segunda parte de esta entrega, haciendo clic aquí.
Por: Montserrat Mena Macari