“El arte limpia el alma del polvo de la vida cotidiana”
Pablo Picasso
Mucho se ha dicho a lo largo de la historia sobre los beneficios que tiene el arte para el ser humano. “El arte y el hombre son indisociables. No hay arte sin hombre, pero quizá tampoco hombre sin arte”, decía incansablemente el escritor francés René Huyghe. Incluso se han realizado numerosos experimentos para comprobar o rebatir esta teoría. Sin embargo, creo que el experimento más claro han sido estas semanas de confinamiento.
Desde los primeros indicios de que se acercaba una pandemia global, cada país lamentaba la pérdida de sus conciertos masivos. La privación de la entrada a museos, cines, teatros causaba en muchos desaliento y tristeza. Cuando las indicaciones señalaban un distanciamiento social de seguridad que nos orillaba a separarnos unos de otros, vimos manifestaciones artísticas evidentes en todo el mundo: desde gente tocando algún instrumento, hasta vecindarios completos cantando al unísono desde sus ventanas. De pronto, cientos de artistas han tenido conciertos en línea vía redes sociales y desde sus casas, para acercarse a sus seguidores. Y es que, no importa si lo que se entona es el Himno a la Alegría o la Tusa, al final, recurrimos al arte para disminuir esta distancia de seguridad de alguna manera. El arte te acerca al vecino, te conecta con el de al lado y – gracias a la tecnología – con gente de todo el mundo.
Muchos otros se han sentido cobijados viendo películas, documentales, o maratones de series enteras. La demanda en los servicios de streaming ha aumentado un 32% desde que empezó la cuarentena, al igual que la descarga de libros electrónicos que ha incrementado en un 30%. Buscamos al cine y a la literatura, por conveniencia, pero también como una manera de desentendernos de nuestra realidad entrando en mundos fantásticos. Preferimos ser un soldado en la segunda guerra mundial que se enamora perdidamente de una mujer del ejército contrario, que darnos cuenta de nuestro aislamiento. El arte, entonces, sirve también para enajenarte un poco de la realidad.
Adicional a estas tendencias existe una, que es la más popular – y muchas veces abarca a las otras -: el acercamiento a las redes sociales. En Facebook y Youtube vemos videos de colaboraciones musicales, teatrales, lectura de poesía, círculos de lectura. En Twitter, de pronto no nos alcanzan los 280 caracteres para escribir sobre lo que pensamos, sentimos, deseamos. Instagram se ha vuelto una galería de fotos e ilustraciones en la que vemos auténticas obras de arte – incluso dando lugar, incluso al primer museo de arte por Coronavirus. Y en TikTok un torbellino de creatividad pasa ante nuestros ojos, con trucos de magia, ilusiones visuales, coreografías, y mucho más.
Al final, ya sea que hayas sacado tus mejores pasos en un TikTok o visto las cuatro temporadas de La Casa de Papel; ya sea que ya vayas por tu tercer libro o que hayas sacado del armario tu caja de colores… es al arte al que estamos recurriendo en esta cuarentena. Para buscar arraigo, para enajenarnos, para conectar, para dialogar, para acercarnos, para hacer silencio, para entretenernos, el arte ha sido la herramienta que emerge al rescate del ser humano en esta cuarentena. Quizá Picasso tenía razón, y necesitábamos desempolvarnos un poco de nuestro día a día. Aprovechemos entonces esta oportunidad y tomemos conciencia de nuestras manifestaciones artísticas. Agradezcamos las miles de opciones que tenemos a nuestro alcance y ¡dejémonos rescatar por el arte!
Por M. Isabel Martínez