Estamos siendo testigos de una crisis mundial sin precedentes. Esta pandemia nos está llevando a hacer una pausa. Una pausa obligada para todos, sin importar nacionalidad, estatus social o género.
Conforme ha pasado el tiempo y ha evolucionado, nos ha orillado a confinarnos en nuestros hogares; y a raíz de ello han surgido cientos de iniciativas con cosas qué hacer para matar este “tiempo perdido”. Desde clases de idiomas, hasta visitas virtuales a museos, pasando por actividades para entretener a los niños, e incluso retos llenos de humor.
En una entrevista que le hicieron al Papa Francisco, le preguntaban ¿Cómo vivir estos días para que no se desperdicien? Y su respuesta, nos pareció muy acertada:
«Debemos redescubrir lo concreto de las pequeñas cosas, de los pequeños cuidados que hay que tener hacia nuestros allegados, la familia, los amigos. Comprender que en las pequeñas cosas está nuestro tesoro. Hay gestos mínimos, que a veces se pierden en el anonimato de la vida cotidiana, gestos de ternura, de afecto, de compasión que, sin embargo, son decisivos, importantes. […] deberíamos descubrir una nueva cercanía. Una relación concreta hecha de cuidados y paciencia. […] Escucharnos es importante porque entendemos los problemas de cada uno, sus necesidades, esfuerzos, deseos. Hay un lenguaje hecho de gestos concretos que debe ser salvaguardado. En mi opinión, el dolor de estos días debe abrirnos a lo concreto».
https://www.repubblica.it/vaticano/2020/03/18/news/coronavirus_papa_francisco-251572987/?refresh_ce
No es que esté mal “aprovechar” este tiempo para aprender. Bien lo dice Gianrico Carofiglio «El aprendizaje es el remedio para todos nosotros». Sin embargo, cabe reflexionar desde dónde estamos buscando este aprendizaje. ¿Lo buscamos como una medicina para evitar conocernos a nosotros mismos, o lo aprovechamos como una ocasión para hacerlo? La diferencia es abismal.
Llenar este tiempo con cientos de actividades (aunque sea desde casa) nos devolverá a hacer lo mismo que hacemos todos los días: evitarnos. Evitarme a mí mismo y a mis sombras. Evitar conectar con las personas con las que comparto un techo. De ahí que sea tan importante la pregunta anterior: ¿Desde dónde estoy buscando estas actividades?
La meta de estas semanas, al menos desde nuestra perspectiva, es que aprendamos a valorar el silencio. Que aprovechemos esta pausa para que la desconexión, el ocio y el cautiverio nos inciten a conocernos más. Y, siendo más ambiciosos, que la presencia en el ahora y la sed de conocernos no cese una vez que se tranquilicen las cosas. De lo contrario, durante y después del coronavirus seguiremos siendo los mismos zombies adictos a la tecnología, el ruido, la agenda llena pero el corazón vacío.
Por Gianni Capitani e Isabel Martínez