«¿Qué es lo primero que piensas cuando escuchas arteterapia?»
pregunté a varias personas. Las respuestas que obtuve tenían algunos matices diferentes: «distraerse y dejar de pensar en el problema» dijo alguien, otros más la asociaron con manualidades, otras personas pusieron atención en la obra final en sí, en el fin más que en el recorrido. En esencia la respuesta tenía un común denominador: <<poca claridad>> y aunque no pretendo definirla, ni enmarcarla, me gustaría compartir mi experiencia, pero sobre todo los beneficios y los alcances que para mí ha tenido la inclusión del arte en el terreno terapéutico.
Hay terapeutas que hacen terapia apoyados en el arte y otros que utilizan el arte para hacer terapia, pero… ¿cuál es la sutil diferencia? La respuesta que llegó a mi cabeza fue: <<el protagonismo>>. El protagonismo del terapeuta se desvanece cuando se le otorga al consultante (o a un otro) la posibilidad de explorar-se a través de un mediador artístico: pintura, escultura, literatura, teatro, movimiento. Y el protagonismo se desvanece porque no es el terapeuta el que más sabe del otro, sus técnicas terapéuticas, sus metodologías y sus contenidos teóricos se convierten en mediadores para que el consultante se descubra, se mire, se encuentre.
Ha sido revelador para mí como terapeuta que cada propuesta o sugerencia artística me coloca en un papel de acompañante más que de experto. A través de esta compañía recuperar la vivencia, la experiencia del otro, y así juntar las piezas que se evidencian de lo que se sintió, pensó, actuó mientras que el verdadero protagonista se dejaba guiar por el arte. Desde una casa hecha en papel, pasando por el boceto de una niña plasmada con pintura acrílica y hasta un personaje construido con cartoncillo, me han dejado mirar que quién más sabe de sí mismo, es el consultante; que la sabiduría, la creatividad, la solución está en cada uno de nosotros.
A veces, esa solución está más restringida en unos que en otros debido a las imposiciones, prohibiciones, represiones de nuestra infancia, y es ahí en donde el arte nos invita a ampliar nuestro campo de acción, nos conduce a crear otros escenarios que quizá antes no habíamos imaginados. A. Jodorowsky me ha enseñado que para ser creativos hay que hacer un cambio total en nosotros. Ya que en nuestro interior residen <<guardias consumados>> que prohíben, reprimen, limitan y vigilan nuestro ser, estar, pensar y actuar. He aprendido que nuestro intelecto está bajo llave y candado; que nuestras emociones están en un baúl, aprisionadas; nuestras necesidades están relegadas en un rincón y ni que decir de la sexualidad: olvidada, negada y prohibida.
Para mí, arteterapia no ha sido terapia a través del arte, más bien el arte se convierte en aliado para comenzar a descubrir a los guardianes interiores que custodian nuestro intelecto, nuestras emociones, nuestras necesidades y nuestra sexualidad. El arte como vía para liberar y transformar todo aquello que está custodiado y que nos impide ser creativos, de ahí que para serlo, habría que dejar de ser nosotros o al menos dejar de ser lo que hemos sido. La clave no está en la meta sino en el recorrido, el proceso, aquello que sucede en la travesía más que lo que se crea. Es una invitación a soltar los hábitos mecánicos que impiden disfrutar, crear, atrevernos, asombrarnos pero sobre todo vivir plenamente.
Ampliar el campo creativo y ensanchar nuestra creatividad son finalidades del arteterapia, nos invita a explorar nuestras formas de responder. Hace días le propuse a una persona pintar su enredo: «no soy buena para pintar» dijo casi inmediatamente. ¿En dónde, con quién, cuándo se habrá limitado antes de si quiera comenzar? Habrá sido con sus padres o hermanos, quizá en la escuela debido a una maestra muy estricta; no lo sé, pero seguramente ese tipo de respuestas mecánicas las expresa en su día a día. Todo acto habla de nosotros, todo acto nos delata. Eso que hacemos y cómo lo hacemos, dice mucho de nosotros, de nuestra historia. Nuestras experiencias de vida están grabadas en cada célula de nuestro cuerpo. De ahí que nuestro actuar dice más que nuestro discurso, por ello la efectividad de las propuestas terapéuticas que involucran al cuerpo.
El arte como vía para el autodescubrimiento me ha permitido tanto en lo íntimo como en lo público, observar que lo que sucede en la interacción con el mediador artístico es una réplica de lo que hago en lo cotidiano para bien o para mal. El arte me ha permitido reflejar esos automatismos que por otra vía no se habrían podido observar. Por qué el arte revela sin pedirnos permiso lo más íntimo, lo más privado. El arte me ha invitado a simplemente ser y aceptar eso que soy; por que esto que soy es lo único que tengo. Te invito a estar muy al pendiente de ti, de tus formas de responder, de aquello que es mecánico y repetitivo en ti, de lo que te aleja de la magia, la pureza y la divinidad que ya habita en cada uno de nosotros.
Psic. Saúl Carro
Psicoterapeuta Gestalt. Especialista en Familia y Pareja.