Llegué al CAE Puebla para el módulo del Entrenamiento en Clown Esencial, mi lugar seguro en México, que se siente como hogar.
Tan pronto como entré a la habitación, me encontré recostada: mi cuerpo, mi mente y mi alma estaban completamente exhaustas. Mis ojos se cerraban y acostarme era la único lo que me sentía capaz de hacer. Se sentía como que todo el cansancio del mundo estaba dentro de mí en ese momento.
Ejercicios, meditación, trabajo de clown… nada, sólo recostarme… por horas, días…
Suena la primera alarma… ¿Qué está pasando? ¿¡Por qué estoy tan cansada?!
La tercera mañana antes del desayuno, “¿Quieres bailar?” – Alain me pregunta y pone una música rítmica y muy viva. Y bailamos… Los tres… Mis movimientos son amplios, espaciosos, moviéndome por el espacio… Giramos, nos miramos a los ojos, sonreímos… corremos como locos, saltando, volando por el aire, riendo…
Siento un poco de alegría surgir dentro de mí, un poco de libertad, algo de vacío en mi mente, en el placer de moverme y de sólo ser…
Suena la segunda alarma… No recuerdo cuando fue la última vez que sonreí honestamente…
Voy con Alain con el deseo de compartir este momento de pura dicha… Él abre sus brazos para mí, me abraza y me dice:
“Veo que no estás aquí”
“Puedo sentir la tristeza profunda que hay dentro de ti”
“Puedo sentir que algo está roto dentro de ti”
“Es como si hubiera una guerra civil dentro de ti, y te está matando. No puedes tomar partes, porque sufres por ambas partes.”
“No dejes que esta sombra te mate”
“Eres como una pieza de madera en el mar. Perdida. Como si no hubiera un espacio para ti”
“Tu cansancio es por no tener un lugar”
Mientras Alain va nombrando estas partes de mi experiencia interna… rompo en llanto…
“Lo siento” – me dice
Suena la tercera alarma… esta tristeza me traga y comienzo a hundirme bajo el agua…
Meditación… Mi amigo está sentado frente a mí, escuchamos música clásica, nuestros ojos están bien abiertos, mirándonos profundamente el uno al otro. Veo su cara tornándose triste, y observo las lágrimas formándose en sus ojos lentamente… cayendo, tocan sus mejillas… Pienso en todos los hombres que están allá ahora mismo… Yo los veo aquí y ahora… Siento su duelo…
La música termina, conectamos con el tacto y nos quedamos… nos quedamos y nos quedamos… descansando uno en el otro…
“Siento tu tristeza. Deberías compartir…” – Me dice…
Un poco después
Estoy de pie en frente del público, mis piernas abiertas al ancho de mis hombres, mis rodillas suaves, mi cabeza viendo al frente. Hay música fuerte y mucho movimiento sucediendo alrededor de mí. Me obligo a respirar, mientras mi cuerpo se siente como un trozo de madera, congelado, los músculos tensos y rígidos en su sitio.
“Di: Esta es mi vida, en movimiento… y estoy muerta” – me pide Alain. Mi pecho se contrae, mi mirada se cae y ya no puedo respirar…
“¿Puedes moverte un poco?” – Alain me grita poniendo música clásica.
Yo permanezco, me quedo, me quedo… Cuando de pronto, los dedos de mi mano izquierda se comienzan a mover, sólo un poco… y al cabo de un rato, veo mis brazos subir un poco… y un poco más en segunda posición… luego en tercera… mi experiencia de ballet se despliega en mí y bailo…
El público se pone de pie, aplaude y sonríe…
“Tómalo” – Me dice Alain, abriendo y estirando mis brazos a los lados…
Siento mi cuerpo cálido y vibrante… Siento mi sangre viva…
“Ahora conocemos la riqueza que hay en ti”
Se me ofrece compartir la historia con el grupo… La vela está ahí cerca de mí. Hablo…
La historia de mi pasado: mi padre abandonándome sin yo siquiera haber nacido… y haciéndome sentir no deseada… mis horarios llenos desde muy pequeña, la prisa de aprender mucho y sintiéndome que no soy suficiente… mi incapacidad de sólo SER…
La historia de mi presente: teniendo que partir, perdiendo el rumbo de mi vida, sintiéndome como un trozo de madera en el mar sin que haya una forma de volver… sin tener un lugar de nuevo…
“¿Qué pasa si te digo que te queremos, que eres suficiente tal cual como eres?
Otra ola de lágrimas… crece… aumenta…, mi cuerpo tiembla… me quedo sin aire.
“Di: no hay vuelta atrás”… me pide Alain, mientras me ayuda a agacharme… Sacudo mi cabeza… Siento que me quema por dentro … Mientras mi corazón se prepara para romperse en mil pedazos…
“Haz un sonido… aunque sea poquito”… sale un grito de dentro de mí, desde muy debajo de mi estómago… salvaje… uno… y uno más… y otro…
Caigo al suelo, intentando recuperar el aliento… mi cuerpo se desacelera, se derrite en el piso… siento un alivio profundo.
Desde que dejé Rusia he vivido en la fantasía de poder regresar… que todo esto es temporal… sin querer aceptar que nunca será lo mismo de nuevo… esto me estaba deteniendo de ver lo que está aquí y ahora, y lo que quiero crear frente a mí…
Mientras estoy ahí, comienzo a escuchar un sonido suave… la música… la guitarra… los hombres están cantando…
Me levanto de mis codos, quitándome el cabello de la cara… y lo veo, sentado en una silla frente a mí… su canto me rodea, me toca…
Ahora entiendo… mi padre está aquí…
“Yo seré tu padre por un ratito”, me dice Alain tomándome en sus brazos… pierdo el aliento… y rompo en fuerte llanto de nuevo…
Mi padre ha vuelto.
“Tu padre tiene dos niños ahora, y debes considerar no sólo ser una mujer, sino también una hija” – me dice Alain, conforme me tranquilizo, descansando…
Después de estos cuatro días de largo viaje… puedo ver mi rostro relajado, presente, en la luz… Me puedo ver capaz de sonreír y reír de nuevo… Me puedo ver más dispuesta y capaz de conectar y de estar con otros sin esforzarme… Me dan ganas de mirar alrededor, de orientar mi vid y el mundo de nuevo. Me abrazo a este sentimiento de que soy suficiente ahora mismo…
No tengo las respuestas de lo que pasará en el futuro, pero me siento curiosa de descubrir cómo resultará mi vida y cómo se reconfigurará.
Mi profunda gratitud a:
Alain Vigneau Costedoat por su magia y su sabiduría precisa que identifica lo que se necesita, y cuándo.
Mi querida madre mexicana, Guadalupe Maurer, por ser mi refugio y recibirme en su casa y en su corazón.
A mi increíble grupo, al que amo profundamente, por nuestra conexión honesta, y la disponibilidad de ofrecernos al servicio de los demás.
A todos/as quienes mantienen el espacio, ayudan a organizar, alimentarnos, limpiar…
Les reverencio
Y estaré esperando a continuar nuestro viaje juntos/as.
Por: Yulia Abramova