Cómo la arteterapia me ayudó a expresar muchas de mis facetas y descubrirme, esconderme menos y ser más yo misma.
¿Qué es ser auténtico? ¿Qué significa ser uno mismo? Somos seres complejos, cada persona es un universo. Y creo que muchas veces, es imposible expresar directamente que llevamos adentro. Al menos para mí lo es. Hay experiencias internas. ¿Cuáles? No puedo reproducirlas en una simple conversación. Para comunicarme necesito poesía, formas, colores o música.
En este escrito, uso la máscara como metáfora de lo que mostramos al mundo; muchas veces para escondernos, pero también como símbolo de la expresión creativa en la arteterapia. A menudo en la arteterapia nos ponemos una máscara. Esto quiere decir que nos ponemos en otro rol, nos liberamos del peso de nuestra identidad para poder expresar libremente todo que llevamos adentro, y nos permitimos jugar con todas nuestras facetas. Este juego creativo puede ser nuestro espejo multifacético.
Mirando en este espejo me puedo ver, y experimentar de muchas maneras diferentes. Poco a poco, puedo ir más lejos en este viaje de descubrir mi verdad interna.
Descubrirme, para mí ha sido siempre importante, porque crecí en una familia donde hubo dos realidades. En la superficie todos participamos en una obra colectiva que se llamaba: ‘’Todo está bien’’. Los personajes eran un poco planos y la obra poco original. Lo que había bajo la superficie era más terrible, seguramente más interesante y, más que nada, más verdadero.
En un mundo donde la apariencia tiene tanto peso, a veces la autenticidad se pierde. En vez de autenticidad, hay pretensión y puede que los encuentros se conviertan en un baile de máscaras grotesco. Estas máscaras de plástico, con una sonrisa ancha y congelada, no tienen nada que ver con las máscaras expresivas de muchas culturas indígenas. Nos las ponemos porque estamos desesperadamente intentando encajar, y nos atrapamos en una gris mediocridad. Pero la verdad es que, si escondemos nuestro lado más difícil también está escondida nuestra gloria. Sin sombra no hay poder. Sin abismo no hay cielo.
El hábito de esconderme, que aprendí durante mi niñez, vino con un precio muy alto. Escondí mi sufrimiento interno como trapos sucios… como un secreto vergonzoso.
Muchas veces me creí la obra del teatro ‘’Todo está bien’’, en cual todos participaban y sentía que era la única que no lograba estar totalmente feliz y con éxito. ¿No es estar feliz una prueba que uno está haciendo bien esto de vivir la vida? El resultado de esta experiencia era una fuerte sensación de soledad, lo terrible que era, era también un buen motor para mi búsqueda espiritual.
Me sentí desconectada de la vida y de lo demás, y por eso busqué prácticas y lugares que me hicieran sentir conectada. El CAE es uno de estos lugares y la expresión creativa de la arteterapia, rompe los muros del aislamiento. Me siento conectada conmigo misma, con los demás y con el universo. Ser testigo del proceso de otros, me enseña una y otra vez que todos tenemos nuestros desafíos; y uno se da cuenta que hasta la persona que parece muy exitosa, tiene su dolor y su lucha. Y a veces, lo que le hace brillar de manera tan espectacular es lo que más le pesa.
Al final, todos estamos atrapados en nuestra personalidad. Por eso es tan hermoso que el teatro y el clown, por ejemplo, nos den la oportunidad de salir de nuestro papel habitual y experimentar la existencia como otro, o al menos de manera un poco diferente. Son herramientas para desarrollar la capacidad de poder elegir cómo queremos actuar en el escenario de la vida. Con ellas puedo canalizar partes de mí, puedo verme, conocerme y cambiar.
Sigue leyendo más en la parte dos de esta entrega…
Por: Julia Erle