Ahora bien este viaje no termina, hasta que termina y para el módulo 3 de mi entrenamiento, legitimé mi derecho a despedirme de mis padres, ya que con mi padre biológico me fue negada la oportunidad de saber de mis raíces, de buscarle y decirle “está bien si no te quedaste”. Mientras que, con mi padre de crianza, se me negó la posibilidad de despedirme y seguirle amando, sólo tuvieron apenas que decirme con escasos 5 años, el día que regrese de viaje a casa: “Papá Clemente se fue, y no es tu papá”. En un solo acto mataron mi derecho al duelo por su perdida y el amor que le profesaba a tan amoroso hombre que la vida, tuvo a bien poner en mi camino.
A través del proceso de uno de mis compañeros, sentada y observando por los ojos de mi espectador consciente, pude mirar mi imagen de solución. Vi aquella niña abrazando y aferrada a la pierna de un padre que no supo quedarse, al mismo tiempo que pude decirle de manera no verbal, “está bien si no te quedaste, ahora sé que mamá hizo lo suficiente para sostenerme”. Lo escribo y me conmueve, al mismo tiempo que trae alivio a la vieja rencilla con mi madre por separarme de mi padre, honrando a quien sí se quedó incluso y a pesar de su miedo a la vida.
En otra oportunidad, a través del proceso de una compañera quien había contactado con un congelamiento en escenario, pude hacer consciente, el estado en que se había quedado mi niña. Sólo tuve que cerrar los ojos, experimentando de nueva cuenta este espacio oscuro y frío donde mi niña se congeló. Ese espacio donde una parte de Claudian de 5 años había muerto. Justo en el momento que Alain me abrazó y me pidió aferrarme a la vida, fue como regresar de un aletargado sueño doloroso, para reclamar mi derecho a ser feliz, mi derecho al gozo, a la alegría; viniendo a mi mente el recuerdo de una niña sentada frente a la puerta, asomándose todos los días por si acaso papá Clemente decidía regresar, momento que jamás llegó.
Finalmente, la última imagen de solución con mi padre de crianza vino a mí, a través del proceso de otro de mis compañeros, de manera casi inesperada en la representación de su clownstelación experimenté el duelo extraviado de mi pequeña Claudian, reviviendo a través de un muerto en escena, el día que papá Clemente se marchó, dándome la posibilidad de poder expresarle lo mucho que anhelaba que me llevará con él, incluso si eso implicaba morir. Para mí fue más que claro. Ese día, una parte de mi infancia había muerto junto con su partida. Después de llorarle y percibir con todo mi cuerpo, como me estaba matando por no poder dejar a ir a papá Clemente, lo siguiente que vino a mí fue la imagen de una luz, que me pedía salir de ese espacio. Era la claridad de una consciencia que me pedía salir de ahí, volver a confiar, volver a reír, volver a amar y así lentamente me despedí de seguir perpetrando una especie de suicidio en mí, matando todo lo que en esencia soy.
Poder legitimar mi derecho a despedirme, me puso en paz con mis padres (biológico y de crianza) unificando la energía masculina de ellos, de ambos en mí. Se siente casi como si la vieja lucha dijera, “es hora de descansar”.
Un día antes de terminar el módulo a través de un trabajo de movimiento corporal, pude ser consciente de otra de mis interminables luchas, que hasta ahora habían permanecido en el anonimato. Miré cuanta lealtad estaba teniendo hacia mi madre, al asumir sus juicios, luchas y tristezas proyectadas a la esposa de mi padre Clemente, ya que finalmente a ella no la eligieron (la amante) y sí eligieron a la esposa y a los hijos legítimos. Esto sin duda, me hizo conectar, con el profundo sentimiento de desvalorización con el que había venido trabajando, pues al no ser hija legitima e hija de la amante, la sensación que causó este acto fue de no haber sido suficiente y encima tener que asumir la guerra interna de mi madre hacia la esposa legitima. Cabe mencionar que esta misma sensación la he vivido perpetuando en muchos momentos de mi vida en mis vinculaciones.
Sin duda esto último, me permitió elegir salir de guerras ajenas y de puntos de vistas, juicios que no eran míos; algo así como quitarme la mochila de mi madre para entregarle lo que era suyo. Poder mirar a estas dos mujeres con una capacidad enorme de amar a este mismo hombre, me hizo reconocer que fue afortunada en haberlo tenido una fracción de mi vida, humanizándolo y bajándolo del pedestal en donde hasta ahora lo tenía para comprender que, si bien fue un hombre especial en mi vida, las elecciones que hizo en la suya no tuvieron que ver absolutamente nada conmigo.
Doy gracias a la Gran Consciencia, a mi querido Alain y sobre todo a mí misma, por la valentía de reconciliarme con aquellas partes fracturadas en mí. Hoy sé que siempre es posible elegir la vida, en lugar de la muerte.
Con amor, Claudian Salinas
Cel. 52 938 119 88 89
4ta. Generación en el Entrenamiento Internacional de Clown Esencial, CAE Puebla.