¿A dónde se fue la cordura?
¿Dónde está el mandala desajustado?
¿En mi cuerpo, dónde está?
Sacudí la depre a las 5:30 de la mañana.
Bajé al piso bajo mi cama para soltar la angustia del despertar
siempre con chanclas ajustadas.
Vacié la cobija de alborotos y malos ratos
para bañarme sin necedad, sin anillos.
Le devolví al aire 8% del oxígeno respirado.
Me metí a la pantalla a revisar las escalas musicales
con los dedos indicados.
Escribí lo menos, para cantar más.
Por último y como principio del siguiente episodio,
usé el atril, esta muletilla plateada de dos kilos y medio,
para acompañar lo que está sucediendo
en los minutos que transcurren sentado tras mi guitarra
frente a un público amoroso.
Por: Rodrigo David Pérez Vega