No siempre nuestra sombra alberga lo más oscuro de nosotros mismos.
Muchas veces (y yo me atrevo a decir que la gran mayoría) hemos mandado a la sombra muchas cualidades y aspectos valiosos de nosotros mismos que ni imaginamos.
Atreverse a navegar por nuestros aspectos sombríos suele ser doloroso, pero no sólo porque se encuentran vivencias de dolor y vacíos insondables, sino también porque descubrimos muchos aspectos olvidados y maravillosos de nuestro Ser esencial dormido.
Y lo doloroso radica, justamente, en darnos cuenta de todo lo que nos privamos, todo lo que nos perdemos por lealtad a ser “quien creemos ser” o quien nos dijeron que debíamos ser. Esa máscara que llevamos creyendo ser nosotros mismos.
Conectar con todo nuestro Ser, para desplegar y darnos permiso de irradiar nuestra luz, no siempre es fácil. Implica ser valientes y tomar las riendas de nuestros deseos genuinos, verdaderos. Es comenzar a ser honestos con nosotros mismos. Es darnos la oportunidad de nutrirnos y maternarnos a nosotros mismos, darnos lo que no recibimos para comenzar a volcarlo y darlo a los demás.
Y para conectar con nuestro Ser, maternarlo, nutrirlo, es necesario conectar con nuestro propósito. Sanar las memorias inconscientes que nos llevaron a “olvidarnos” quiénes vinimos a ser a este mundo.
Yo tuve la fortuna de cruzarme con el CAE y entre todos los talleres maravillosos que ahí se imparten, tuve la suerte de estar en el de Magda Durán, donde a través de un ejercicio vivencial pude conectar con todo esto que cuento. Pude sentir quién hubiera sido si hubiera podido crecer alineada a mi Ser genuino. Fue doloroso ver el tiempo perdido. Pero también pude darme cuenta que nunca es tarde para Ser. Eso sí, hay que tener valentía. Hay que accionar. Hay que atreverse a traicionar todas las expectativas que se tenían de nosotros, incluso las propias.
¡Pero cómo vale la pena! ¡La recompensa es enorme! Y eso es lo que no sospechaba.
Por: Karina Donantueno