El 26.10 2017, un día después de mi llegada a México, llegué al CAE por primera vez. Nerviosa, agitada y llena de emoción. En un momento de silencio miré el lugar. Su belleza me asombró, no me lo hubiera imaginado así y me di cuento que era un gran momento: Estaba a punto de comenzar otro viaje… Un viaje a las profundidades de mi ser y uno de descubrimiento de mi creatividad y su poder transformador y liberador.
Hay reinos en las profundidades de nuestra psique donde la racionalidad, muchas veces la instancia mental más dominante en nuestra vida cotidiana, ya no tiene poder; y es ahí en este pasaje onírico del inconsciente donde vive nuestra sombra consistiendo de las partes que hemos encerrado para esconderles. En el mismo lugar, en una cueva se encuentra la caja que guarda los secretos, las historias no contadas; y también es el espacio donde habita nuestra locura que muchas veces nos controla. Parece ser un reír diabólico que, a través de la falta de reconocimiento, gana poder. Al final, la verdad es como en la historia del Mago de Oz, quien se deja pasar por un mago poderoso y tenebroso, pero al final se revela que no es nada más que un pequeño viejo que tiene tanto miedo como los que le han temido. Al fondo de nuestra sombra no hay un monstruo o un ser amenazante, tampoco un pequeño viejo, sino un niño herido.
Vengo de una familia donde el silencio era pesado, la autoexpresión no deseada; la vida era vivir en un laberinto de muros invisibles. Era en los módulos de clown donde realmente me encontré con esta niña que hace mucho tiempo decidió que se va a quedar a vivir detrás de un muro. Los primeros encuentros no eran necesariamente fáciles porque a mi pequeña le costó confiar y la adulta se sintió llena de resistencias; pero al fin y al cabo el juego de clown era su mundo, y la invitación a mostrarse y jugar era irresistible.
Nunca olvidaré el momento en que durante un módulo de clown estaba encima de una silla, cantando y gritando sin frenos en alemán, mi lengua materna. En unos momentos canté como una cantante de ópera, en otros con la voz de una vieja estrella de rock que se pasó las ultimas década fumando y bebiendo whisky. Sentí mi creatividad como una gran ola de liberación, los muros en este instante no pudieron resistir. Me sentí tan viva. Me hice entender que realmente significa ser totalmente yo misma, estar viva, con todas y cada una de mis células pulsando…
Otros dos momentos culminantes pasaron durante el módulo del cuerpo: Me atreví a ir al centro del círculo para bailar. La timidez del principio poco a poco se derritió y pude mover mi cuerpo libremente: En mí se encendió una gran pasión. Me entregué a este fuego y dejé que me moviera. Era un golpe de libertad, una explosión alegre y noté que me gustaba ser vista, que ya no me quería esconder. El módulo acabó con un baile eufórico de todo el grupo y pasaron las 20.30 pero no quisimos parar.
Aprendí en este año y medio que la arteterapia tiene la llave para todos mis espacios internos cerrados. Todo lo que he dejado en la oscuridad se transforma cuando está tocado por la luz de las miradas de los demás en un espacio seguro de libre expresión artística. Mi locura, que estaba encerrada, se convierte en una feliz locura dionisiaca y por un momento dejo de vivir escondida detrás de muros y máscaras.
La vida es generosa cuando una se puede entregar a su propia creatividad. Desde estos momentos de libertad y autenticidad, que sigo buscando, está naciendo una nueva manera de estar en el mundo. La formación de arteterapia no sólo es una formación, es un camino para tomar. La invitación a la libre expresión, es como si te dieran un llavero con el que puedes abrir todas las puertas cerradas de tu interior y convertir tus sombras y heridas en tesoros; romper el hechizo del Mago de Oz y descubrir quién está ahí: El niño, que vive en un cuento de hadas, tan lleno de magia y creatividad, que quiere compartir tanto contigo y devolverle el encanto a tu vida.
Doy las gracias al CAE, a la Lupe y a todos los profesores.
Por Julia Erle