En su libro «Así Habló Zaratustra», Nietzsche, a través de la voz de Zaratustra hace algunas reflexiones bastante críticas en cuanto al amor hacia el prójimo.
“Vuestro amor al prójimo es vuestro mal amor a vosotros mismos. Cuando huis hacia el prójimo huis de vosotros mismos, y quisierais hacer de eso una virtud: pero yo penetro vuestro “desinterés”.
“Invitáis a un testigo cuando queréis hablar bien de vosotros mismos; y una vez que lo habéis seducido a pensar bien de vosotros, también vosotros mismos pensáis bien de vosotros.”
“El uno va al prójimo porque se busca a sí mismo, y el otro, porque quisiera perderse. Vuestro mal amor a vosotros mismos es lo que tuerca la soledad en prisión.”
Encuentro la primera frase, muy atinada, pues la mayoría del tiempo vivimos en una sociedad que considera positivo volcar nuestras vidas por y en función de los demás ya que es la manera de comunitariamente en amor con el otro/a. La convivencia en colectivo, ciertamente es importante, pero a veces en el fondo, representa un escape que utilizamos para evadirnos de enfrentarnos a nosotros/as mismos/as. En ocasiones, el amor que externamos no es proporcional al amor que nos tenemos entonces, lo que se profesa se torna superficial, pues no lo aplicamos a nosotros/as. Y, puesto que amamos al otro como nos amamos a nosotros mismos, por lo tanto, le amamos sólo en apariencia, ya que nos amamos aparentemente. Queremos que la otra persona nos ame, aprecie y nos apruebe, para entonces reflejar esa valía, otorgada por el exterior, hacia nosotras/os y ahora sí, obtener aprobación mediante palabras ajenas. En mi opinión, esto contribuye en gran medida al vacío que sentimos, pues cuando no tengo palabras de aprobación, mi autovaloración se desvanece, todo el proceso de amor propio proviene del exterior y ésta es la gran mentira, hacernos creer que el alimento del alma viene de afuera cuando en realidad somos perfectamente capaces de generarlo de propia mano.
La tercera cita es contundente, que nuestro mal amor a nosotros mismos convierte la soledad en una prisión, pienso que tiene completa razón al afirmarlo, pues la individualidad es inherente al ser humano y con ella la soledad, si en el otro/a me busco, si en los demás encuentro el amor hacia mí, si en ellos/as me olvido de mí mismo/a. Cuando este sola/o probablemente me encontraré con un reflejo que no será del todo agradable, o quizá hasta llegue a ser irreconocible para mí, entonces en vez de encontrar amor, encuentre un poco o mucho desprecio, y pueda darme cuenta de lo mucho que me he olvidado, de darme amor, de reconocerme, de valorarme sin referentes externos, que al final de cuentas son circunstanciales e impermanentes. Finalmente, caer en cuenta de que al buscarme en los demás, no me encuentro y tampoco abro la posibilidad de encontrarme con la otra persona, impidiéndome verla y re-conocerla. Si de los demás tomo el amor para mí, probablemente el saqueo les aparte y yo no pueda devolverles el favor. Por último, si con los demás me olvido de mí misma/o, entonces no les ofrezco una buena compañía, más bien un cuerpo ausente.
Por: Mariana Salgado