Yo caí en el CAE un día de esos en los que, si no encuentras algo qué hacer de tu vida corres el riesgo de perderte para siempre.
Fui a una platica, por que leí que solicitaban Doctores Apapachos y dije: «¡¡Yo!! ¡¡Yo puedo hacer eso!!». Pero nunca imaginé que ese día, realmente, mi vida cambiaría para siempre…
Al llegar, Gabo me recibió con la sonrisa más cálida que nunca antes había recibido. Y sólo bastó con escuchar por, no sé, una hora, a Néstor describir a los Doctores Apapachos para que mi corazón decidiera que ese era su lugar. A partir de ese día, todos los días hasta el día de hoy, en mi alma existe la emoción de portar una nariz roja.
Me he entregado a la búsqueda de mi payasa explorando en las profundidades de mi propio océano; desde aprender a estar en la incomodidad de «menos es más’, pasando por el «soy una adulta», y, recientemente, con la dulce mirada de Alain llegué a ver a esta niña rota y abandonada. Logré traerla a la superficie para que respire la vida.
Durante este trayecto, mi tontera ha sido el bote salvavidas que me sacó de la depresión.
El CAE también es la casa de mi Tropa Plú, Vanessa Nieto, Tafíl y Brachito, mis maestras, ¡¡qué bendición tan grande!!
La vida después de mi primera vez en el CAE, empezó a ser Mi Vida y tiene una hermosa nariz en collar, que cuando es nariz en nariz, late bien bonito el corazón.
Por Ali Joyce Arrasquito