Es muy difícil que abramos los brazos al dolor si no tenemos qué hacer con él. Es comprensible entonces que queramos evitarlo.
Después de haber estado en Clown Esencial, tras algunos días rumiando y digiriendo la experiencia, caigo en cuenta de esto.
La cuerda que jala la puerta del dolor es la misma que jala la de la alegría.
Qué injusto, qué triste para los que no sabemos qué hacer con él y la única opción que encontramos disponible es ir cerrando poco a poco nuestro flujo de vida.
Si tan sólo tuviera algo que hacer con la tragedia, quizá al momento de su llegada no huiría de inmediato y por el contrario la acogería y escucharía, la transformaría, le daría una salida digna, honrando y agradeciendo tanto su llegada como su partida. Quizá dejaría de estar temeroso del futuro, quizá dejaría de estar esperando ese próximo e inminente evento trágico y desafortunado.
Caigo en conciencia de que ando por la vida medio vivo, medio muerto. Caigo en conciencia de que quiero estar vivo y de que alguna vez lo estuve.
Sigo quizá sin saber qué hacer con mi dolor pero ahora sé que se puede hacer algo. Sé que no se va a ir, sé que la vida lo abarca.
Se abre un pequeño hilo de esperanza.
Saludos y abrazos
Por José Roberto Peña