“Tienes una cita con la vida, una cita que es aquí y ahora” esta es una frase de un amado maestro budista, su nombre es Thich Nhat Hanh. Y justo apareció en mi feed, después de recibir la noticia de que tenía COVID.
Al saberlo me sentí tranquila, con una certeza de que transitaría gentilmente por este proceso, y que esos días estaría atenta a mí misma, a mi ser, para observar, estar en neutralidad. Sintiendo que la vida es un milagro, un constante instante eterno, deseando que cada instante estuviera lleno de presencia amorosa, para mí y para los que me rodean, si no físicamente, con la mirada, con la consciencia, con el alma que sabe todo y no quiere nada, sólo ser.
Los siguientes días estuve necesitando estar en mi cueva, con poca luz, con poco movimiento, meditando y dejándome llevar por mi propio ritmo. Aguantando la tentación de cumplir, hacer y hacer para merecer, y sólo dejar que cada quien busque lo que necesita, porque además el cuerpo me decía que no… ahí empezaron los movimientos fuertes, que me fueron abriendo espacios dentro.
Hacia el tercer día estuve escuchando charlas de mi maestro Claudio Naranjo y meditaciones guiadas por él. Ese día busqué una playlist en Spotify, con música clásica y me puse a pintar, estuve como en trance 5 horas o más, pintando. Primero surgió una flor, bella, sutil y frágil, rodeada de hiedra y espinas, ha sido la experiencia de autocuidado ante la hostilidad que he sentido en muchos aspectos en este momento, muchos provenientes de mi propia mente, otros reflejados en la ansiedad que mi ausencia provoca en otros, y yo, cuidando mi vulnerabilidad ante esas amenazas.
En seguida surgió un capullo, y yo dentro transformándome. Han sido horas preciosas, llenas de gozo, de profundidad, de amor y entrega total al proceso. Me di cuenta del paso de las horas, cuando anocheció, y sentí una serenidad muy reconfortante, con cada instante, ir dándole vida a cada espacio en el papel, fueron horas revitalizantes y llenas de significado. Tocar esa serenidad fue un bálsamo, y un estado fugaz. Toqué mucha vulnerabilidad en esos días, de sentir que no sé estar sin producir resultados, sin que se note que vale la pena que yo exista.
En los días que siguieron surgió el tema de las pruebas de COVID y la efectividad de las mismas, que puso mi vida de cabeza, aún más, ¿podría haber recibido un falso positivo? Sentía tanta fragilidad en ese momento, que ya no era claro si era COVID o ansiedad, depresión, o todas.
Sí, sí puede ser que haya recibido un falso positivo, y también puede ser que no. Todo el ambiente se sentía pesado en casa, y eso no ayudaba a nadie. Creo que tanta confusión, aislamiento, miedo, etc. desarrolla todo un problema psicoemocional, pues genera sensibilidad a que me culpen, que culpe a otros, mucho temor, juicios, etc.
Así que seguí en mi capullo, dejándome sentir lo que había, y estando ahí para mí. Acunándome, maternándome como he necesitado por tanto tiempo. Buscando mis recursos, las herramientas que me pudieran ayudar a encontrar dentro de mí todo lo que siempre he necesitado. ¡Porque no está en ningún otro lugar! El anhelo de encontrarlo y que alguien allá afuera me dé exactamente lo que necesito, es justamente lo que hace que el sufrimiento permanezca ahí, resistirme al dolor de que no está afuera. ¡La vida sigue! Reconocí lo privilegiada que he sido por haber podido encontrar en mi camino a tantos nobles maestros que me han dotado de experiencias para mi auto-sostén.
Tener este cuerpo maravilloso, una mente lúcida y el arte para servirme de vía expresiva en tantas y tantas formas. No estoy sola, tengo una red de amigos que me quieren, que se involucran activamente en mi vida y sus procesos. No estoy sola, ni nunca lo he estado, el verdadero dolor es desear la mirada de quienes no me la pudieron dar de la forma en la que yo lo necesitaba, y eso me hizo sentir sola, no vista, no amada y desvinculada. La compañía, la mirada, el amor y los vínculos, los he encontrado en muchas otras personas. En este preciso momento puedo sentirlo y tomarlo. Todo ese amor que me rodea y todo el amor que tengo por mí y por la vida, la gratitud que brota por mis poros.
Así que hay varias posibilidades a lo experimenté: 1) que efectivamente, tuve COVID y los síntomas fueron muy leves; 2) tuve un falso positivo y se me desencadenó una crisis de ansiedad ó 3) tuve COVID y ansiedad.
Lo que sí logro concluir es que vive dentro de mí una autoexigencia muy fuerte, que no me deja un instante, y que necesité de todo este fenómeno para tener una buena excusa para descansar, soltar, no hacerme cargo de nada, no resolver, no darle cuentas a nadie, no tomar las riendas, y simplemente hacer lo que me dé la gana. Y no en el sentido caprichoso, sino en el de cuidarme sin tener que pagar con eficiencia, brillo, responsabilidad o cualquier otra. Merecer estar dentro del capullo cuando lo he necesitado, nunca ha sido opción para mí, siempre el cuerpo me ha tenido que parar. Hoy está siendo muy claro para mí.
Encontré una reflexión en la red, que acompañé con la pintura que hice y que refleja con mucha precisión lo que siento en estos momentos respecto a esto, la copio aquí, desafortunadamente desconozco la autoría de este texto:
Tal vez en este momento tu viaje no se trata de amar a alguien…
Tal vez en este momento tu viaje se trata de amarte a ti.
Tal vez esta sea la temporada en la que te están desafiando a ser tu propia salvadora, a ser tu propio lugar seguro.
Tal vez en este momento te están recordando – que las personas que se alejaron sólo te llevaban de vuelta a ti misma.
Y aquí, estás bien.
Aquí, te estás reconstruyendo.
Aquí, te estás adaptando, y arreglando.
Aquí, estás siendo más amable con tu alma, te estás dando el mismo tipo de amor que siempre has DADO A LOS DEMAS
Aquí, no estás apresurando tu corazón, no dependes de otro ser humano para arreglarlo.
En lugar de eso, aquí, lo estás haciendo muy bien… y por tu cuenta.
Aquí, te estás curando.
COVID o no, este ha sido un viaje inigualable, que abrió muchas puertas y puso luz a procesos que necesitan de mi atención.
Por Adriana Romero De-Lille