«El CAE es como una gasolinera para el alma» oí decir a Alain, allá a lo lejos mientras me hundía en sollozos y llanto durante el primer día de mi cuarto módulo. Mi papá había muerto 16 días atrás.
Yo era un bulto de mocos, llanto, cobijas, confusión, enojo, Kleenex, lágrimas y más lágrimas. La verdad, no veía claro esa gasolinera de la que hablaba Alain. Yo sólo quería llorar. Yo sólo quería a mí papá. ¿A quién se le ocurre venir a tomar un módulo de Clown después de tal suceso? Lloré un tanto -mucho, mucho- más… Y, en medio de una tempestad de procesos a mi alrededor, me quedé dormida.
Día dos. No pasó mucho más. Al menos eso parecía. Lo único que cambió fue que mi porcentaje de lágrimas disminuyó un poquito, para ser reemplazado por un cansancio profundo. Como que no estaba en la vida. Como que no tenía muchas ganas de más. Reconocí en mí el cansancio de haber sostenido durante estos días. De ser. Ese cansancio que te da cuando te pesa existir. A mí me había pesado. Y aquí, había soltado ese peso para poder descansar. ¿A quién se le ocurre venir a tomar un módulo de Clown después de tal suceso? A mí, que reconocía que venir a mi Entrenamiento era llegar a un lugar seguro para poder darme gusto en un luto muy mío, rodeada de personas sin juicios, y muy muy valientes que, aunque quizá sorprendidas de verme así, confiaban que todo saldría bien al final.
A partir del día tres empecé a sentirme más viva. Aún no era completamente yo, pero el grupo, mi hermoso grupo de patéticos/as clowndestinos/as, parecía que estaban afanados/as en revivirme y consolarme a base de compresión, ternura, y muchísimo amor. Sin empujar nada, ni presionarme a nada, y con muchísima suavidad. Y así, poquito a poquito, se fueron inflando mis ganas de sonreír, de participar, de formar parte. Ese tercer día, bailé por primera vez desde que murió mi papá. Ahí en medio de un círculo de amor, enredada en unos brazos que me dieron sostén y seguridad. Ahí entre lágrimas, salté y di vueltas, tal vez un poco más por darles gusto a esa pandilla de buenas personas que estaban deseosos de volverme a ver. Aunque sí reconocí que caminaba con más ligereza que antes.
El cuarto y el quinto día yo terminé de entender: Mi papá no volvería a estar en este mundo, pero por alguna razón lo sentía muy cerquita. Estaba ahí conmigo. Lo vi en cada Clownstelación, en cada proceso, en cada impro, en cada meditación. Lo vi y lo sentí como tanto añoraba sentirlo, y logré comprender y hacer las paces con muchas cosas. Lo vi y me acompañó como cuando me acompañaba a cada espectáculo, clase abierta, festival o concurso, durante toda mi vida.
Y no. Lo que pasó en estos días no fue inmediato. Y más que una recarga de gasolina, el CAE me regaló un cambio de aceite. Yo tenía que vaciar mi tanque. Dejarme caer a sabiendas de que estaba en un lugar muy seguro, para entonces sí, llenarme de vida de verdad. Sé que eso no revive a mi papá, que su partida me va a doler toda la vida y que lo seguiré extrañando cada día; pero también aprendí a sentirlo cerquita, desde la vida. Como aquella pequeña oruga que deja de ver a su amiga cuando se convirtió en mariposa, y de vez en cuando siente sus aleteos que le recuerdan que está volando por los cielos más altos.
Escribo este texto desde una profunda necesidad de que tú que me lees, vengas y vivas milagros. Que sanes, que goces, que te conozcas y te ames con tus luces, con tus sombras. Porque cada vez siento más necesario en este mundo, encontrar lugares seguros a los que llamemos hogar y gente a la que consideremos familia. Porque te aseguro que lugares como el CAE, en el que encuentras ambas y que además aprendas montón de ti y de otros/as, hay pocos en el mundo.
Gracias a Alain por la oportunidad de estar cerquita y aprender de él, a Lupe por tantísimo amor y presencia, a mi familia Clowndestina que me tuvo la paciencia y el amor de mil mundos, a Gabo y a Javier porque son el mejor equipo que existe, a Pily, Martha y Don Pedro que con sus atenciones y servicio nutrieron también mi cuerpo, a mi Diego por ser mi compañero de camino. Finalmente, sólo tengo palabras de agradecimiento a todos quienes forman parte de Clown Esencial y del CAE que se han volcado desde un acompañamiento consciente y cariñoso para mí. Gracias por la paz con la que hoy camino. Gracias, gracias, gracias.
Por: María Isabel Martínez Almazán
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ISA me emocioné al leer este trayecto de sentimientos,emociones que has vivido y que te ayudan a vivir tu duelo. Te quiero,te admiro y te envío un abrazo con todo mi cariño de abuela.