Las palabras Payaso y Poeta inician con la misma letra, la palabra amar contiene el mar. Si el griego Constantino Cavafis (1863 – 1933) hubiese sido Payaso y no Poeta nos hubiera escrito sobre la importancia de la delgada línea de goma que sostiene la nariz de los valientes que se embarcan en el Camino del Clown. “No temas a los lestrigones, ni a los cíclopes…” ni al inflado ego, ni las sirenas que te cantan la canción titulada el carácter es tu destino.
Ahí en medio de la íntima pista de telones negros, nos miramos a los ojos, nos escuchamos, habitamos nuestro cuerpo, descubrimos que no hay mapas y CAEmos en cuenta que Ítaca puede ser, entonces, casi cualquier cosa: podría representar el proceso para lograr una meta o para recuperar algo que hemos perdido. Incluso, podría simbolizar el acto de transitar nuestras sombras, para finalmente amar nuestra torpeza o abrazar nuestra vulnerabilidad.
El Payaso Cavafis no dirigiría un poema al héroe Odiseo durante su regreso a casa. Él se convertiría en el poema, se pondría su pequeña máscara roja para destantear al feroz ego. Se colocaría en el precioso estado de complicidad con otros torpes vulnerables y se expresaría en el universal lenguaje clown para atravesar la tragicómica oleada de la vida.
Si el Poeta Cavafis asistiera al Entrenamiento Internacional de Clown, le CAErían más de 20 veintes. Entendería que el mundo no necesita poetas, ¡el mundo necesita poesía!, pequeñas pistas íntimas y amorosas de telones negros donde apaguemos la sed risa con un poco de lluvia de luceros, donde refresquemos el corazón con agua de mar y amar.
He intentado ser Poeta tantas veces que ya perdí la cuenta. Escribir siempre me lleva a la cabeza, a querer ser perfecta, fuerte, clara, firme, prolija, cuerda, bien peinada… Estoy aprendiendo a ser Payasa, Clown para decirlo con elegancia, y no es por presumir pero mi maestro nació de Francia. Varios veintes me CAEn durante y después del entrenamiento. Siento cómo mi percepción se expande, mi alma se limpia y queda espacio para darle la bienvenida a mi ser, despeinada, valiente, amorosa, tierna…
Algún día llegaré a Ítaca con la cabeza plateada por muchas lunas y le diré a Penélope que la noche también es suya, que es negra terciopelo como los telones del CAE, que para navegar en ella solo falta una nariz roja y el faro maestro llamado Alain.
Por: Rosario Ramírez