“La vida es una obra de teatro que no permite ensayos… Por eso, canta, ríe, baila, llora y vive intensamente cada momento de tu vida… Antes que el telón baje y la obra termine sin aplausos”.
Charles Chaplin
¿Y si pudiera ver mi vida ya sin drama? ¿Y si pudiera aprender a reírme de mí misma? ¿Y si pudiera ahora actuar mi vida en comedia y reír…? Reír, ¡SÍ! Aprender a reír. Sí… Eso es lo que quiero.
Y con esta idea en mente empezó mi proceso en el de Posgrado de Teatro Gestalt. Estaba lista para saltar, bailar, jugar, pintarme de colores, darle vuelo a mi creatividad. Cuando, en eso, el corazón me latió más fuerte al entrar a la casa y ver esa escalera rococó enmarcando a un imponente candelabro estilo el Fantasma de la Ópera, un piso de madera acompañó mi vista hacia un telón negro en forma circular que magistralmente encuadraba a la chimenea que ardía incesante al fondo de la habitación. Y si acaso esto fuera poco, había puertas alrededor, como un laberinto en donde recuerdos, objetos, sentimientos se mezclaban y gritaban historias a los que entraban. Es extraño recordar esta primera sensación y ver cómo se ha transformado al cabo de la formación, volviéndose en algo más íntimo, más mío. Ver cómo he dejado ahí también guardadas mis risas, mis miedos, mis secretos…
Y no es que la casa haya cambiado, pero quizá sí mi casa interna se ha ido transformando al ir incorporando elementos de esa casa en mí.
¿Qué ha cambiado en mí? Empezó con un movimiento sutil interno; dándome cuenta de mis reacciones internas a invitaciones de ejercicios sencillos pero muy poderosos “¿Y si?… ¡Ay noooo! ¿o sí?” Transitando esos espacios de apertura en donde tomo consciencia de mi cuerpo, y respiro perdiendo poco a poco el estrés de querer hacerlo bien, de querer tomármelo en serio todo… ¿Y si sólo lo hiciera? ¿Y si?… ¿Y si sólo respirara?
No es fácil explicar qué procesos internos se desatan con cosas tan simples que poco a poco están echando raíz en mi psique, como una semilla que al contacto con el agua y las caricias del sol empieza lentamente a despertar y a desenvolver el potencial contenido dentro de su minúsculo ser.
Así es un proceso suave en el que todo pasa y se acomoda de alguna manera. Como si la casa estuviera habitada por hadas y gnomos, y ellos entrelazan las historias, dirigen los guiones y el trabajo de cada uno. Recuerdo en mis trabajos haber buscado la comedia porque quería reírme de mí misma, y sin embargo, otra historia aparecía en perfecta sincronía para ir preparando el terreno. Cuando llegué al Clown aparecieron mis creencias, mis miedos, la neurosis de mi caracterología. No me sentí ni la más simpática, ni chistosa… y con un estrés de hacer reír, aún cuando ni a mí me daba risa lo que decía. Pero la preparación de trabajos anteriores me ayudó a sostener esa sensación en escena, verla, respirarla, aceptarla. ¿Y si sí?? Y si sólo respiro…
¿Y si también lo trabajo? Claro trabajé este tema en un grupo de terapia, el tema de la autoexigencia y la perfección no era nuevo para mí; pero llevar un registro de esta experiencia que se originó en un ambiente controlado y contenido, me sirvió para tener una experiencia más vivida sin que la haya cortado y eso pues me llevó a un trabajo más profundo. De tal forma que entendí que la gran oportunidad que nos ofrecen estos espacios es poder tener un laboratorio en donde exploremos lo que nos pasa a través de la actuación, aceptando y creando nuevos formas de hacer las cosas y usando lo que nos pasa como guion de nuestra escena; explorando, jugando, quizá exagerando lo que normalmente hacemos o las reacciones que tenemos de tal forma que se vean tan ridículas para nosotros y entendamos, por fin, que ese camino tan explorado y tan conocido ya no hace sentido y nos atrevamos a jugar a explorar en escena cosas nuevas, crear nuevos personajes que nos lleven a hacer cambios en nuestra vida…
Como espectador también hay un aprendizaje profundo que llega directo al inconsciente porque los temas son los mismos para muchos. Quizá las situaciones o los guiones difieran un poco, pero el tema a tratar ahí está. Cuando lo ves en escena, es como tener un mapa súper claro de los juegos psicológicos que jugamos, de los enredos que nos hacemos, y las historias que nos contamos desde nuestra máscara o eneatipo. Aquí también hay sanación porque queda tan claro lo que hacemos y lo absurdo que es, que el cambio es algo lógico de hacer, aunque no haya sido mi escena.
Otra pieza importante de mi proceso es mi familia de teatro, el lazo tan fuerte que se genera con los participantes que va más allá de toda comprensión. En situaciones difíciles, debo confesar, que imagino que es una escena y que los observadores son mis hermanos de teatro, tengo sus rostros tan vividos en mi mente con esa expresión de aceptación sin juicio que ya van conmigo donde quiera que voy es mi grupo de apoyo. Y sé que cuando me necesiten ahí estaré para ellos como ellos estarán para mí.
Creo que el teatro no es sólo una imitación de la realidad, sino que puede ser una manera de crear o darle forma a una nueva realidad. Esto me pasó al salir de un módulo y hacer unos días después una entrevista de trabajo la cual terminó inconscientemente justo con la frase que había usado en mi escena ese fin de semana y cuando me di cuenta, nerviosamente sonreí porque supe que el trabajo ya era mío y así fue…
¿¿Y si… y si me atrevo a vivir intensamente cada momento de mi vida antes de que el telón baje??
¡PUES CLARO QUE SÍÍÍÍÍÍ!
Por Gabriela Barrientos