Ya no me acuerdo ni que mes era de esta larguísima pandemia, en la que pareció que el planeta entero se puso en pausa, y junto con él el CAE. Los módulos del Diplomado, los talleres agendados, las nuevas generaciones… todo en suspenso. Recuerdo que desde el primer momento buscamos ideas para seguir acompañando a la gente, ahora que más se necesitaba. Estar en confinamiento a muchas personas les enfrentó con sus relaciones, con su realidad, consigo mismas. La labor del CAE era más necesaria que nunca, y sin embargo parecía que estábamos atados de pies y manos.
Frente a esta situación, surgió la loca iniciativa de poner al Mundo en Movimiento. ¿Pero cómo? La idea: impartir talleres online a los cuales se podía inscribir gente de todo el mundo. El único requisito: hablar español y contar con una buena conexión a Internet (y, en retrospectiva tampoco nos pusimos tan estrictos en estos aspectos).
Llegó agosto de 2020, hicimos el lanzamiento; y en septiembre arrancó el grupo del Ciclo Internacional Mundo en Movimiento: Creatividad y Renacimiento Personal. Una modalidad que aún no tenía tan clara del impacto que tendría. Quiero hablar desde mí, desde el testigo silencioso que abre y cierra las reuniones de Zoom, que divide a los participantes en pequeños grupos, que les mutea y desmutea, que envía correos y tareas, que agrega y elimina gente de grupos de WhatsApp… Suena muy técnica mi labor, y a pesar de ello, tras 15 meses de, de cierta manera, formar parte del grupo, hoy ya me siento perteneciente.
Y es que tampoco es que haya participado muchísimo en las 60 sesiones que hemos hecho; y aún así no dejo de sentir ternura, acompañamiento y presencia. Agradezco la fortuna de haber tenido la oportunidad de conocer el trabajo de doce talentosísimos formadores y terapeutas. Y sobre todo me sorprenden y entusiasman las 70 personitas que en sus respectivos módulos nos permitieron (y me incluyo como parte del CAE) formar parte de su camino. Personitas de distintos países que les unía solamente un motivo: poner su mundo en movimiento. Les guardo en mi corazón como ejemplo de que no hay imposibles. Respeto y admiro su búsqueda y anhelo por renacer en la creatividad, y su constancia que de jueves a jueves les mantenía presentes en cuerpo y alma en cada sesión. Gracias, gracias porque con su búsqueda, han puesto también mi mundo en movimiento.
Por María Isabel Martínez Almazán