Mi viaje personal con el eneagrama
-Mi pareja es un 5 y eso es difícil para mí, porque soy un 4. Mi padre es muy tranquilo, es un 9.
-Yo, como 1, te entiendo perfectamente.
-Creo soy un 6, pero también me veo en el 1.
Me quedo un momento en silencio y me doy cuenta de que, desde el primer módulo del eneagrama, ya sea en el CAE o en el SAT, he tenido esta conversación repetidamente. Me doy cuenta de que voy a hablar sobre el eneagrama, cada vez que me junte con personas del mismo entorno (CAE, Arteterapia, SAT), por el resto de mis días.
“¡Qué maldición ese eneagrama! Es más adictivo que la heroína”, me digo. Y, un momento después, conducida por una insaciable sed de autoconocimiento y de entender a los demás, me lanzo con ganas de nuevo a la conversación.
El primer módulo de eneagrama fue un viaje, y me hice bolas. Hace años cuando todavía no sabía nada sobre el eneagrama, hice un test largo por Internet para determinar mi eneatipo. El resultado me gustó, pero durante el módulo de eneagrama en el CAE, me pregunté si el hecho que me hubiera gustado era una clara señal de que no fuera mi eneatipo. ¿Será que sólo el eneatipo que te causa conflicto interno, es el correcto? Me molestó tanto, que ya no me pude acercar al módulo con la mente abierta y me tuve que confrontar con mi vanidad, mi apego a mi identidad e imagen propia.
Imagínese que cada tipo de eneagrama fuera un sombrero. Me gustó mucho el sombrero que me puso el test. Era un sombrero raro, de color verde del bosque, decorado con múltiples plumas de colores: rojo intenso, cálido como las hojas de los árboles en el otoño, y azules invernales, entre otros. Durante todo el módulo, tuve miedo de que me quitan mi sombrero y me pusieran otro menos interesante. ¿Y qué pasa si me ponen un sombrero plano y mediocre de color gris? ¡Qué horror!
Varias veces, por mi personalidad reservada e introvertida, me pusieron un sombrero que, según yo, tiene un color aburrido y poco estilo. Me quise lanzar de rodillas y pegarle al suelo con mis puños, llena de desesperación, como Julieta cuando se enteró que Romeo había muerto, y gritar: “¡No me veeeen , no meeee veeeeen! Y mira qué sombrero más feo me han puesto. ¡¡¡¡No me vennnn!!!!”
Y en un momento después, mi parte analítica y crítica me comenzó a hablar. Esa parte de mí es como un pequeño hombre que vive en mi cabeza. Tiene una cabeza enorme, lleva gafas y tiene una mirada muy crítica, seria y penetrante. Me dijo:
– “¿Por qué te importa tanto? ¿eh?, ¿por qué te importa tanto?, ¿eh? Estas muy apegada a esa imagen que te gusta tener de ti misma, ¿eh? Eres un poco vanidosa, ¿sí o no? Además, ¿por qué tanto drama? Eres muy dramática. ¡¡¡¡¡¡ahhhhhhhhhhhhh!!!!!! ¿Te das mucha importancia a ti misma? ¿Por qué tanta vanidad, y apego a tu ego? Hasta rima”, dice el hombrecito con orgullo, “Apego a tu ego, apego a tu ego.”
– “¡Cállate! ¡Este hablar sobre el ego no me gustaaaaa!”, grité.
– “Apego a tu ego. Apego a tu ego. Apego a tu ego… Además, tanto sentido de autoimportancia no favorece al crecimiento personal.”
– “Ya sé”, me respondí.
– “Piensa en el cambio climático y en el coronavirus… ¡¡Y tú gritas porque piensas que alguien te puso el sombrero equivocado!!”
– “¡Cállate! Ya me le escupiste a la sopa”, le dije, “Me arruinaste la oportunidad de entregarme a mi drama en paz.”
– “Entonces, ¿te gusta el drama?,” preguntó el hombrecito.
– “Claro que me gusta, ¿no comprendes que mi miseria es mi gloria?” Me puse mi mano al pecho, y mirando al cielo le dije: “soy una figura trágica en el escenario de la vida. Soy víctima de mi gran sentido de autoimportancia, que una vida plena y feliz es inalcanzable para alguien como yo.”
El hombrecito frunció su ceño y comentó, “El hecho que le das tanta importancia a tu autoimportancia, aumenta tu autoimportancia.”
En este momento lo quise matar, pero no es tan fácil matar a los que viven en la cabeza de uno. De inmediato, desapareció el hombrecito con gafas y apareció un viejo sabio japonés. Me habló, lleno de dignidad, y me dijo: “El momento en el que entiendas que no importa que tengas un gran sentido de autoimportancia porque no eres tan importante, te sentirás mucho mejor.”
“Bien, ¡gracias!”, le dije de forma seca y cortante, típica de los alemanes. Entonces, miré un poco mal al sabio con su barba blanca, pero a él, por supuesto, le daba igual pues los sabios han superado todo eso de tomarse tan en serio
Como se pueden imaginar, el eneagrama me ha creado más preguntas que respuestas. Y si lo piensas, eso no está mal. Se habla del carácter y de la neurosis. Supuestamente, es la neurosis creada por carencias o traumas durante nuestra niñez la que crea el carácter. Pero ¿qué pasa si tengo dos neurosis, o tres? ¿Una no puede tener dos neurosis igual de fuertes? Y obviamente no sólo soy mi carácter, entonces las partes que no son mi carácter, ¿qué son?
Se habla del ser esencial. ¿Dónde acaba mi carácter y comienza mi ser esencial? ¿Qué exactamente es el ser esencial? ¿Mi alma? ¿Mi espíritu? ¿O, tal vez, una bola de luz blanca 🙂 🙂 :)?
Mi motor principal, mi motivación más grande es realizarme en lo que amo, seguir mis pasiones. ¿Lo que amo está determinado por mi eneatipo, o es donde comienza la libertad de mi carácter?
Además, por mi manera de ver el mundo, me cuesta creer que cada persona encaja en una de las 27 cajas; y que basta saber cuál es para entender la persona. También, nunca me gustaron los números ni se me daban mucho las matemáticas. Para mí, cada persona es un universo muy complejo. He estudiado algo de astrología, y según ella, somos un complejo conjunto de muchos elementos que tocan juntos como los instrumentos de una orquesta. Y la música que se crea, somos nosotros.
Para mí, no se puede reducir una persona a un número. Sé que la intención de la enseñanza del eneagrama no es esa, pero eso es lo que pasa una y otra vez. Para mí, esa es su trampa. O, mejor dijo, la trampa de la mente humana, que muchas veces quiere poner cada cosa en una caja o categoría.
Asimismo, tengo un problema con eso de lanzar a las personas en una de estas 27 cajas (o ponerles uno de estos 27 sombreros), por mi propia experiencia con eso. Ya conté que me pusieron un sombrero aburrido por mi personalidad introvertida y reservada. En el SAT, la profesora de teatro me dijo que, con la fuerza emocional que tengo, no me ve entre los mentales. Durante la comida, una chica insistió en lanzarme en la caja de los mentales estudiosos (me gusta el sombrero, tiene estilo, es refinadísimo). Mi entonces novio, me dijo que claramente soy emocional y me preguntó algo sorprendido que por qué tengo dudas.
“¡Hostia”, digo como lo suelen decir los españoles, “¡¡¡¡¡¡Hostia!!!!!!!”
Como ven, tengo muchas preguntas, pocas respuestas y cuestiono todo. Espero que nadie se ofenda. Me parece un estado maravilloso para para una eterna estudiante y buscadora. Y, lo mejor de todo, es que he encontrado la manera en que a mí me sirve el eneagrama: como herramienta de autoobservación, que me da pautas para afinar mi percepción y me ayuda a identificar ciertas tendencias en mí y en los demás.
Hasta este momento, me niego a creer que todo el mundo está situado claramente en una de estas 27 categorías. Lo entiendo y lo veo con mis propios ojos. No soy una persona que coma de cada pastel que le ponen en el plato. En este momento no creo, no sé, sólo observo…
Gracias a Gianni Capitani por la muy interesante y agobiante enseñanza del eneagrama.
Por: Julia Erle