Se acerca el fin de este año, y cada año respiro la necesidad que tenemos de “cerrar” ciclos, de concluir y reflexionar en lo que hemos logrado, en lo que queda pendiente, en lo que falló, en lo que aprendí, etc. Debo confesar que siempre he ido con la inercia de hacer este tipo de ejercicios, y debo decir también que los he disfrutado todos. Sin embargo, algo dentro de mí no se sentía del todo congruente, algo de mi intuición, me mandaba señales de que estaba dejando de ver algo que también es real, genuino: eso que llamamos “cierre” de etapas o de ciclos, es parte de un proceso de algo más grande.
A ver… sí, es verdad que abrimos y cerramos puertas, etapas que sentimos que tienen un inicio y un fin, y así como cerramos una…. ¡abrimos otra! que determinamos en cierto momento, que se ha cerrado, y vuelto a abrir una nueva. Siento que justo lo que necesitamos es “no cerrar nada”, sino abrazarlo e integrarlo todo, siento que vamos por la vida fragmentándola, como si quisiéramos dejar eso en algún lugar, lejos de esta “nueva etapa”, y, al cerrar ciclos, quizás he vivido que en esa fragmentación y dejar fuera, me voy sintiendo coja, manca o tuerta.
En todos los trabajos terapéuticos, veo que casi sin omisión, aparece una etapa pasada, está presente nuestra infancia, nuestra construcción y experiencia relacional, dentro de nosotros vive un niño y un adolescente, un estudiante, un amigo, una pareja de…. Cuando en los trabajos de Arteterapia veo esto: algo se repara, se une, se integra.
Por ejemplo, trabajamos con la música. Todos tenemos una “biografía musical”, son aquellas piezas que “me dicen algo de mí”, una o unas melodías o canciones de mi infancia, con las que crecí y que me recuerdan emocionalmente algo. Luego hay música con la que viví mi adolescencia, más adelante mi momento en la universidad o en algún viaje o período vivido en otra ciudad o país, y algunas otras. Incluso hay melodías que no recordamos, pero nos dan calma o, al contrario, nos ponen ansiosos, o nos llenan de energía nada más las oímos. Mi hija, cuando tenía unos 10 años escuchó una melodía que le ponía yo para dormirla cuando era bebé, y en el momento en que la escuchó, paró lo que estaba haciendo, volteó a la bocina de dónde provenía la melodía, y dijo con una voz muy serena “¿mami, y esa canción, ¿dónde la he oído?”; esos momentos, no se cierran simplemente y se dejan guardados fuera de mi momento presente, los llevo conmigo, forman parte de mí, de mi historia, de mis afectos, de mis células.
Yo le llamaría en vez de “cerrar ciclos”, “integrar-me y aprender-me”, como un proceso de darme cuenta de este pestañeo que vivimos en esta existencia, en este inmenso universo, sin tiempo… sólo vamos siendo…
Con fotografía también podemos hacer ese ejercicio de integrar-me y aprender-me; en otra entrada de blog (“Recordar es volver a vivir”) compartí un ejercicio que nos propuso Gianni Capitani, en donde se abre una oportunidad hermosa de integrar y aprender lo vivido, y además, haciendo uso del regalo maravilloso de la Arteterapia, transformar y resignificar lo vivido. Si bien, no podemos cambiar lo sucedido, sí podemos transformar, a través de transformar la obra, el afecto vinculado a lo que ocurrió, y hacer una pausa creativa, un movimiento desde dentro, instintivo, genuino, y colocarme en un lugar diferente, recogiendo lo que fue posible, sólo gracias a que eso sucediera de esa forma. Tengo la posibilidad de integrarlo, abrazarlo, y aunque haya sido horrible y doloroso, agradecer que, aún con eso, estoy aquí, mirándome, cuidándome y apostando por mi crecimiento para ir hacia adelante con mayor consciencia y amor por mí misma.
La danza, la escritura, el teatro, el clown, y los demás mediadores ofrecen las mismas posibilidades desde su mirada. Es el gran viaje de la Arteterapia, poder acceder a mí, creativamente desde tan diversas formas, es poder hablar muchos lenguajes para comunicarme mejor con mi ser más auténtico, usar vehículos tan amplios y variados, sin límite… pariendo mil y una posibilidades, descubriendo que incluso la muerte es parte de algo más grande.
Carl Sagan dice
“Somos polvo de estrellas que piensa acerca de las estrellas. Somos el medio para que el cosmos se conozca a sí mismo”.
Carl Sagan
Nada termina, somos un continuo, partes pequeñas de procesos inmensos, y a la vez, pequeñitos… todos hemos tenido sucesos que creemos que han sido lo más duro que nos ha pasado, y luego llega uno más intenso, y el anterior se ve pequeño, y hasta podemos ya reírnos de aquello… nuevamente citando a Carl Sagan, en su video “Un punto azul”, dice sobre el ser humano:
“Cuán frecuentes sus malentendidos, cuán ávidos están de matarse los unos a los otros, cómo de fervientes son sus odios. Nuestras posturas, nuestra importancia imaginaria, la ilusión de que ocupamos una posición privilegiada en el Universo…”,
Carl Sagan
¿quiénes representan nuestro universo? Cabe preguntarnos, ¿de dónde nacen nuestras posturas? ¿quiénes nos hicieron sentir importantes o que no importamos? ¿por qué queremos sentirnos privilegiados? Debajo de nuestra rabia están el dolor, el miedo y la tristeza, si logro atravesarlos (ojo: no dije ignorarlos), entonces puedo acceder al AMOR.
No cerremos nada, mi invitación es a mirar todo lo que pienso, siento y hago, integrar-me y aprender-me, ser ese polvo de estrellas que piensa en la estrella total, para que el cosmos exista dentro de mí.
Por: Adriana Romero – De Lille