Miro la fotografía, tu fotografía, y comienzo a imaginar lo que podría.
Me gusta imaginar a través de lo que veo, me gusta crear historias porque mirar, me hace sentir. Mirando puedo interiorizar lo que no puede interiorizarse materialmente. He mirado desde siempre y ha sido mi forma de estar: «mirando».
Me encanta tu foto, la imagen que veo, la belleza y naturalidad, es como una pintura que me invita a no parpadear. Imagino que el amor detrás de la cámara estremeció cuando capturaba esa imagen. Imagino la felicidad que sintió, imagino las posibilidades que vislumbraba y me emociona al punto de las lágrimas.
La intimidad enmarcada, un trozo de historia capturada, emoción congelada. Una escena que avanza nuevamente cuando alguien más la mira y emerge del fondo para hacer figura. Eso, eso es una fotografía.
¿¡Cuántos elementos, cuántos momentos!?
Puedo no conocer los nombres, pero conozco los rostros, las expresiones, las facciones, los detalles que matizan e inicio un viaje. Encuentro a alguien parecido a mí y alguien parecido a ti. Ambos sujetamos la sonrisa y la caricia. Flores blancas y sol deslumbrando, colores mezclados entre el papel, sonidos y olores encapsulados.
¡Ahhh! Una historia de 10 x 15.
Recuerdo el día, nuestro día, ahora una foto me enternece y entristece, es como un agujero, como un portal a un mundo paralelo, como un portal a un mundo alterno en el que siempre somos, en el que siempre estamos…
Por Isis Martz. Guadarrama