“Bienaventurados los fracturados porque dejan pasar la luz”
Yvan Audouard
Mi experiencia como alumna del Diplomado de Arteterapia del CAE fue maravillosa, plena de crecimiento interior, de sensaciones, emociones y confrontación con mis aspectos más sombríos y luminosos, aunque no por eso, también muy temidos.
Nada puede ser igual después de atravesar dos años de talleres, incursionando por diferentes mediadores artísticos y guiada por grandes maestros, tutores amorosos y una directora empática y nada convencional. Y, uno de los aspectos más valiosos, sostenida y acompañada por un maravilloso grupo de compañeros a los que les debo gran parte de lo que soy hoy y de mi arraigo a esta ciudad que he decidido, de alguna forma misteriosa, adoptar.
Nada es casualidad y, cuando me “tuve” que venir a vivir a Puebla, no podía imaginar lo que el “destino” tenía preparado para mí.
Cuando no transitamos el camino correcto, la vida, de alguna manera, se encarga de ponerte ahí y, eso, es lo que yo siento que me pasó.
Transitar el CAE como alumna transformó radicalmente mi vida y la oportunidad maravillosa de seguir formando parte como tutora de la 5ª generación, es algo que ha superado todas mis expectativas.
Poder ser testigo en este nuevo grupo, de su crecimiento y de sus procesos internos individuales y grupales, ver el trabajo de los maestros desde “afuera” y sentir la calidez humana y entrega de todo el equipo que sostiene desde las sombras lo administrativo para que todo funcione y fluya armoniosamente en cada taller, en cada módulo. Es una segunda oportunidad de crecimiento y de expansión de conciencia, de animarme, cada vez más, a abrir mi corazón para ir quitando poquito a poquito, como capas de cebolla, mi personaje endurecido y asustado que se quiere encerrar en su frasco de cristal.
Por suerte mi Ser más profundo y sabio, o el “destino” como mencioné antes, se encargan de mostrarme una y otra vez que otro mundo es posible, que hay vida más allá del frasco y que bien vale la pena arriesgarse a salir a vivirla.
Nada es más vital y vibrante que hacer eso que nos apasiona, aunque a veces me sienta morir de miedo. Ir sanando cada herida, cada sueño pisoteado y cada ilusión arrasada, es lo que el CAE me permitió para así poder enfrentar mis fantasmas y poder ir asomando mi Ser, recuperando mi talento, mi arte y mis refugios seguros.
La vida me trajo y me mostró dónde brillaba la luz y, por suerte, ¡yo estaba lo suficientemente fracturada para permitir que me atraviese!
Por Karina Donantueno