¿Por qué darle tanta importancia al cuerpo si se ha privilegiado a la mente cómo el fin último de la evolución? ¿Qué acaso no es la mente y lo que se produce en ella el avance de siglo XX? ¿Acaso la frase «pienso, luego existo» no le otorga el suficiente protagonismo a la mente como para que nos andemos fijando en el cuerpo? ¿Cuál es la finalidad de, sobre todo en los procesos terapéuticos, ponerle atención a la corporalidad?
En el módulo sobre el «cuerpo» en el Diplomado de Arteterapia, escuché a alguien decir la frase «me había negado al trabajo con el cuerpo…» Esta frase me llevó a reflexionar sobre la frecuencia con la que olvidamos, o más bien no nos atrevemos, a ponerle atención al cuerpo y a sus procesos; e incluso a negar y a no satisfacer sus necesidades básicas. Este comentario me sirvió para recordar un momento de hace algunos años cuando recién empecé mi proceso terapéutico.
Terapeuta: ¿y qué comes? ¿Comes? ¡Hablemos sobre tu alimentación!
Yo (para mis adentros): ¿Vine al nutriólogo o al psicólogo?
Y, aunque hace tiempo comprendí la relación entre alimentación y procesos energéticos del cuerpo, está escena me sirvió para reflexionar sobre ¿cómo es que nos desconectamos del cuerpo? ¿cómo es que le hemos puesto mayor atención a la mente y no al cuerpo? ¿en qué momento dejamos de sentir para sólo pensar? ¿cómo es que nos olvidamos de sus sensaciones o incluso de sus tensiones?
En el cuerpo está grabada nuestra historia…
frase emitida por Charles Keck,
personaje con grandes dones para guiar la sesión enfocando la mirada en el cuerpo so pretexto para el autoconocimiento en el 4to módulo de la formación. Su praxis me recordó que cuando estudié psicología, ya se hablaba del ser como «unidad»; mente y cuerpo, más adelante cuando estudié bioenergética entendí que estos dos aspectos están implicados.
«El modo en que uno piensa puede afectar el modo en que uno siente, lo contrario es igualmente cierto»
versa Alexander Lowen en su libro de bioenergética.
La mente y el cuerpo están condicionados por factores energéticos y estos a su vez estan relacionados con el estado de viveza del cuerpo: cuanta más energía disponible hay en el cuerpo, mayor viveza, mayor energía y viceversa. Esto nos conduce a imaginar que un cuerpo tieso, rígido, tenso, frío, sólo le corresponde a un cadáver; sin energía, sin vibración, sin vitalidad.
He aquí la razón para poner atención en el cuerpo, todo para recuperar su viveza y proclamar su rebelión y así acercarnos más al placer. Pero ¿cómo permitirle acercarse al placer si ha sido amordazado, reprimido, negado, encarcelado, golpeado, domesticado? Como escribe Foucault: la -disciplina- fabrica así cuerpos sometidos y ejercitados, cuerpos «dóciles». Cuerpos moldeados, manipulados, sometidos, castigados, tensos, muertos…
Frases como: no te muevas, quédate quieto, no corras, no te toques; van limitando nuestra capacidad expresiva y sensitiva. Y ni qué decir de las experiencias escolares en donde había que tomar distancia por tiempos, como si fuéramos soldados.
Para lo que nos compete, no dejemos de lado nuestra historia: ¿qué tuvo que pasar en nuestro pasado personal para negar el cuerpo? ¿Será que, aquel momento difícil en mi niñez me hizo reaccionar con una postura de fortaleza y con este acto defensivo tensar los músculos de los hombros, del cuello, de la mandíbula, a fruncir el entrecejo? O como aquella consultante que comprendió que no debía moverse, quejarse, gritar ni mucho menos respirar porque su mamá ya tenía bastantes problemas y ella no quería ser uno más. ¿Cuál es la historia que se ha grabado en nuestro cuerpo?
Hoy, con más evidencias gracias a autores con W. Reich y A. Lowen, tenemos la certeza de que los procesos terapéuticos deben incluir además de la mente, al cuerpo; así, poniendo atención en sus procesos energéticos permitir que se genere una danza armónica entre aquello que pensamos y lo que sentimos permitiendo que fluya la energía vital que nos habita, nos recorre y hace vibrar cada uno de los recovecos de «la expresión visible del espíritu» como alguna vez escuché a alguien decir mientras se refería al cuerpo.
«En el cuerpo está arraigado el intelecto, si no es verdadero en el cuerpo entonces no es verdadero en el intelecto»
fue otra de las frases rectoras en esta travesía acerca del cuerpo;
las emociones no se piensan, se sienten; y se sienten en el cuerpo, el cuerpo nos da certeza de la experiencia, es el cuerpo el filtro y el vehículo para experimentar la realidad (o realidades).
Por eso la propuesta es y será recuperar al cuerpo, recuperarlo de sus prohibiciones, inhibiciones, maldiciones y represiones para que finalmente podamos habitarlo; habitarlo desde lo honesto, lo auténtico, lo libre, lo sublime.
¿Cómo hacerlo? Hacer visible lo invisible dijera Keck… mover para conocer y conocer para mover, el movimiento como pretexto, como un espejo o como una radiografía. Sin dejar de lado la «presencia» que nos permite evidenciar lo que le pasa al cuerpo, para estar más conscientes, para estar desde el cuerpo y para el cuerpo. Movimiento y presencia son esenciales para este cometido, como una dupla de tango, que unifican la belleza y la fuerza, la templanza y la elegancia. Dejándose guiar por una bella melodía que para nuestro caso esa sutil melodía es la respiración; por eso antes del «pienso, luego existo, se encuentra el «respiro, luego soy»…
Por Saúl Carro. Psicoterapeuta Gestalt