Un lugar de descanso, descansa. Claridad en el ventanal que ventila el alma, secretos oscuros tras los muros, tras las puertas abiertas. Huele a vacío; a vacío de silla, a vacío de vida, a vacío de espacio, a vacío de vacío.
La resolana llega como invitando a la sombra que refleja el transparente cristal. Rectángulos limitando la espera ¿A quién espera?
¡Un fantasma del pasado atrapado en el tiempo acaricia el presente en su memoria, en la historia!
Esa silla atestigua encuentros, desencuentros, amores, desamores, dolores, llanto y risas. Todo se mueve alrededor y ella quieta está. Su sola presencia evoca ausencias, carencias, dolencias. Una casa grande donde CAE la noche, donde los cuerpos atravesados son por las miradas, por las palabras. Paredes de anchas piedras sostienen gritos y una cruz.
Entra y mira la instalación, camina sobre la duela crujiente llevando tu osamenta, pareciera que nada hay, sin embargo, todo emerge cual enredadera. Campos y desiertos se encuentran en la frontera que contacta: ligas, papel, pintura, arcilla y la silla, vacía. Nadie se atreve en un principio, se corta la respiración y aquí, todo rebota; la voz, la sonrisa, la caricia toca y sigue.
Cuando creíste haber escuchado todo y haber dolido todo, vapores forman figuras desfiguradas que te arrastran en medio de la nada volviéndote semilla. La presencia de la ausencia es la experiencia que encumbra el vacío, el vacío es un algo que llena la nada, la nada es posibilidad, la posibilidad es la puerta blanca, la puerta blanca es de hierro, el hierro arde en el fuego, el fuego arrasa con todo y deja ceniza, la ceniza es la casa del fénix, el fénix es un ave que abre sus alas y despliega el vuelo, el vuelo será tu destino cuando hayas descubierto que aquí en el vacío, todo es fértil…
Por Isis Martz. Guadarrama