Actualmente el concepto de energía puede malinterpretarse, o verse bajo los lentes del prejuicio que lo tacha como parte de un lenguaje “new age”, que carece de sustento científico. Sin embargo todos los seres vivos realizan procesos metabólicos en los que a través de la transformación de los componentes químicos del alimento, de la luz o el oxígeno, obtienen energía necesaria para vivir, moverse, y crecer. El organismo del ser humano, según Lowen, es un fuego independiente, autorregulador y perpetuador de sí mismo.
El campo de la Bioenergética, considera que hay manifestaciones de la energía en todos los procesos vitales, en el movimiento corporal, en los sentimientos y en los pensamientos. Así como hay gente incómoda ante el concepto de energía, también existen quienes que usan el término indiscriminadamente, incluso para describir las percepciones que tienen frente a lugares, personas o animales. ¿Quién no se ha sentido impulsado por el buen humor de algún amigo? ¿Quién no ha salido exhausto de un hospital, de un funeral o de algún edifico antiguo? Y a ésto ha hecho comentarios como: “Qué densa se siente la energía de este lugar”, “esa persona tiene una energía muy pesada”, “ese abrazo me dejó con una sensación electrizante en el cuerpo”, “estar con niños me llena de energía”.
Esto es así porque la máscara que presentamos también es una manifestación de la relación que la persona establece con su energía. Los rasgos principales a tener en cuenta dentro de esta relación son: la carga y descarga de energía, por lo tanto habrá personas que tengan una sobrecarga de energía, así como las que estarán más habituadas a descargarse. Sin embargo los seres humanos no nos enchufamos a la corriente para obtener energía sino que, respiramos.Hemos automatizado a tal grado la respiración que olvidamos el arte llegar de ser continuamente conscientes de ella.
La respiración es sólo el inicio de una cadena de factores importantes que influyen en nuestros niveles energéticos, ésta influye en la autoexpresión, así como la expresión a su vez influye en nuestros movimientos, la forma en que hablamos, en las emociones y pensamientos nos acompañan a lo largo del día y por último el grado de satisfacción que obtenemos en todos los aspectos que se mencionaron anteriormente. La capacidad de expresión y de sentir placer serían los indicadores de cómo esta nuestra energía, a esto conviene preguntarse ¿cómo están manifestándose estas capacidades en mi vida? Y tenerlas en cuenta como un derecho que debemos ejercer constantemente, con responsabilidad.
“Cuando la capacidad individual de expresarse a sí mismo, o de expresar las ideas y sentimientos está limitada por fuerzas internas (inhibiciones o tensiones crónicas musculares), se reduce también la capacidad individual del placer. En este caso, la persona reduce su carga de energía para mantener el equilibrio energético de su cuerpo”
Alexander Lowen
Es por ello que las propuestas psicoterapéuticas actualmente recurren a herramientas como el arte, el movimiento corporal, la voz, el masaje. Pues buscan espacios en los que la persona pueda movilizar su cuerpo, sus sentimientos, su expresión y sus creencias para darse cuenta de los bloqueos que le impiden funcionar en todo su potencial energético y expresivo, y cómo éstos han surgido en la historia de su vida. Entonces hablar de energía se vuelve algo importante, algo que puede estar presente en nuestra vida cotidiana para darnos cuenta si estamos ejerciendo todo nuestro potencial.
“Todo tratamiento terapéutico se encuentra con la dificultad de que la cultura en que vivimos no está orientada hacia la actividad y el placer creador. No esta polarizada hacia los valores y ritmos del cuerpo vivo, sino hacia los de las máquinas y productividad material. No podemos evitar la conclusión de que las fuerzas que inhiben la autoexpresión forman parte de ella. Toda persona sensitiva sabe que necesita una energía considerable para proteger el propio yo de ser atrapado por el ritmo frenético del vivir moderno, con todas sus pretensiones, tensiones, violencia e inseguridades.”
Alexander Lowen
Por Mariana Salgado