En una perspectiva de gran apertura interior podemos llegar a experimentar que todos somos uno y el mismo. Eso quiere decir que en todos y cada uno de los que somos, en todos los seres vivientes, en cualquiera de sus ademanes, conductas y destinos, atinos y desatinos, es posible encontrarnos a nosotros mismos. (Garriga 2013, 163)
¿Quién no ha escuchado que un corazón abierto es el mejor medio para enfrentar la vida? En la mayoría de las enseñanzas espirituales es posible encontrar coincidencias sobre la importancia del desarrollo de nuestro centro emocional para tener una relación no violenta con uno mismo y los demás, considerándolo como el lugar donde reside el Yo auténtico.
La tradición judía relaciona al corazón con la sefirá de Biná, el segundo cerebro relacionado con la madre superior, que significa distinguir, tomar distancia y separación emocional e intelectual para observar una situación. Para ellos el proceso de escuchar empieza en los oídos y debe terminar en el corazón, el comandante de sus tropas, escucha las necesidades del cuerpo y ayuda a focalizar la mente de manera distinta.
Por otro lado en la cultura hindú, el corazón está relacionado con el chakra Anahata, que significa intacto o inquebrantado, se ubica en el plexo nervioso cardiaco y se dice que la pureza del ser humano reside allí, así como nuestra capacidad de dar y recibir amor. Cuando se trabaja con este el centro energético, es indispensable la capacidad de juzgar y pensar correctamente, elegir una actitud de optimismo constante; practicar la armonía y la paz en las relaciones con los demás, ya que la negatividad y el pesimismo obstruyen el despertar del Anahata, desarrollar la compasión permite ver a todos como buenas personas innatas, así como a las situaciones adversas que puedan presentarse en el camino.
Ambas tradiciones coinciden en que este aspecto del ser, influencia el discernimiento y la concentración. Ven en las nobles acciones, una cualidad de un corazón espiritualmente despierto, atento a las necesidades de sí mismo y de los demás.
Desde la perspectiva sistémica, Joan Garriga, insiste en la importancia de amar al otro como es, verlo como reflejo de uno mismo, reconociéndose en todos los rostros del vivir. Para ello es necesario dejar afuera los juicios que provienen de la pretensión de ser buenos, perfectos e inocentes sólo así podremos ser compasivos con lo “malo” del otro así, llegar a amar y aceptar lo imperfecto es amar en correspondencia con lo Real. La realidad es que merecemos ser queridos tal como somos, con lo bueno y con o malo, pues nos mueve el mismo latido: La necesidad de amor y conexión, el miedo al sufrimiento y la soledad por mencionar algunos.
Todos atravesamos experiencias difíciles, tenemos el anhelo profundo de encontrar significado, de despertar y alcanzar la satisfacción. Robert Hall, terapeuta Gestalt y maestro de Meditación, habla de la compasión como el antídoto para a falta de sentido de la vida pues sin la bondad amorosa, la generosidad y el amor uno se queda frente al vacío. Por medio de la compasión hacia uno mismo y los demás es posible reemplazar en nuestro corazón, el Miedo (Irrespeto, Victimización, Irresponsabilidad y Egoísmo) por Amor (Respeto, Compasión, Responsabilidad y Generosidad), así podremos darnos cuenta de la interconexión entre todos los seres vivos:
En contacto profundo con nuestro lugar tierno y vulnerable percibimos en todos los demás su lugar tierno y vulnerable. De este modo estamos igualados. De este modo podemos amar a todos los que son tal como son, exactamente así, y en ellos vernos a nosotros mismos. (Garriga 2013, 165)
Cuando el cielo quieres salvar a un ser humano, le envía amor.
Lao Tse
Fuentes
■ Hall, Robert. 2016. Así es
■ Motoyama, Hiroshi. 2002. Theories of the chakras. EDAF: Madrid.
■ De Breslov, Rabí Najmán. 2002. La anatomía del alma. Breslov Research Institute: Israel
■ Garriga, Joan. 2013. El viaje del Alma. Rigden Institut Gestalt: Barcelona.